jueves, 3 de junio de 2010

Kepa Garraza

He publicado en Mugalari, este artículo sobre Kepa Garraza


Sátira e ironía pictórica
Kepa Garraza, intrusos contemporáneos en grandes museos
El artista bilbaíno, realiza una lectura actualizada de las posibilidades divulgativas del gran arte, empleando la técnica figurativa en sus óleos sobre lienzo. Con una temática que imbrica lo humorístico con las escenas de narración sostenida, reinventa el museo y sus visitantes.
Brigadas Internacionales para la Destrucción del arte. Galería Windsor, Bilbao, óleo sobre lienzo, 6 de mayo al 30 de junio

Un artista del siglo XXI, localizado en el contexto europeo, se enfrenta a los condicionantes culturales y sociales de una época caracterizada por la indolencia. En este contexto, la obra de Kepa Garraza, integra con ubicuidad aspectos de algunas de las páginas principales de la teoría del arte.
Los años que sucedieron a los avances visionarios de las vanguardias, que pretendían cambiar el mundo a través del arte, estuvieron marcados por el estupor que provocaron las dos grandes guerras. Las dramáticas consecuencias de las contiendas mundiales y el doloroso patetismo de las informaciones gráficas procedentes de campos de concentración y otras ruinas, no dejaban lugar a la interpretación sobre la brutalidad de aquella sociedad. Los artistas se exiliaron al abstraccionismo y las masas informes de pintura, las acciones preformativas documentadas y los materiales abyectos, jalonaron unas décadas de producción artística imbuidas de perplejidad.
El humor se recuperó con el arte pop y coincidiendo con la conversión de los objetos de consumo en objetos de arte, se desarrolló una bonanza económica progresiva en todo occidente. El consumismo espoleado por el pop art, fue más lejos del retruécano y acampó por doquier, siendo el leitmotiv en el que se ve ahogado el contexto sociocultural desde entonces. La era del vacío, en la que todavía nos encontramos, ahora también llamada, hipermodernidad, coloca al individuo como epicentro del cosmos y fomenta la banalidad, dando más importancia a la seducción que a la convicción. Primando la ocurrencia efímera frente al argumento sostenido.
Ese contexto de hipermodernidad, trata a las artes como un espectáculo y una de las tareas de los artistas, es reconocerse en un papel dentro de ese teatro del mundo. Con todo su bagaje biográfico, formativo y volitivo, los artistas tientan al toro de la creación decidiendo nuevos pases no conocidos en el Cossío de las musas o revisando muletazos de grandes maestros. Algunos “torean” en el mainstream y otros lo hacen en la particularidad.
Kepa Garraza, es un artista que toma como punto de partida uno de esos discursos particulares, empleando la pintura de caballete con acabados parecidos a las lacas para crear su universo plástico. Es un artista que fusiona con solidez los brillos de la tradición y las realidades de la contemporaneidad.
Sus pinturas realistas se realizan con un elaborado proceso que parte de la selección del escenario para el cuadro. Una vez elegida la sala del museo en la que se localizará la acción, se proyectan luces y sombras en el estudio del artista, contando con la participación de familiares y amigos que actúan como modelos fotográficos para las composiciones con figuras que centrarán la obra.
Este proceso, que recuerda inevitablemente al recreado por Derek Jarman en la película Caravaggio, cuando describía con imágenes como colocaba a sus modelos el maestro italiano, fue también utilizado por otro gran pintor español. José María Sert, que pintó entre otros los grandes frescos de la iglesia de San Telmo en San Sebastían, empleaba también la técnica de pre fotografiar con modelos, lo que luego pintaría.
Este proceso de fotografiar y luego pintar, nos permite hacer variaciones sobre el concepto de la interpretación. El artista realiza una interpretación de su propia fotografía para el fin pictórico. Y lejos de crear una “declinación de la agudeza de nuestra experiencia sensorial”, tal y como refería Susan Sontag sobre la interpretación, consigue el artista, recrear la imagen alcanzando una realidad hipersaturada. En ella el conjunto semeja una composición analógica común, pero cada fragmento incorpora un detalle hiperreal sólo alcanzable con la ficción de lo pictórico. Una precisión minuciosa como la que se conoce en la pintura gótica, con referencia por ejemplo en los cuadros de Jan Van Eyck.
Las escenas tienen lugar en museos. Hoy, no son pocos los artistas contemporáneos que entran en el museo clasicista con vocación iconoclasta. Las fotografías de Thomas Struth en el museo del Prado son ejemplo de la invasión armónica del arte de hoy en las salas del pasado. Kepa Garraza penetra también en el museo y lo hace con interés de celebrar la cultura del arte y también con la sátira y la ironía implícita a la deslocalización. ¿Qué hace un grupo de encapuchados manifestándose frente a una galería de retratos barrocos? Esa imagen nos lleva a pensar que nada es lo que parece y no todo es tal y como se ve.
El fragmento de realidad que recoge el cuadro, nos vela la información del antes y el después de la acción, es un momento sostenido anclado en la ironía. El propio artista, contextualiza esa narración pictórica enlazándola con las obras de Goya, de Valle-Inclán, del Equipo Crónica o de Maurizio Cattelan. Universos artísticos que sirven de referente para ahondar en el universo de este pintor y entender de dónde surge su inspiración para las facetas satírica y narrativa de su obra.
Es la de Kepa Garraza, una producción pictórica con forma comprensible y fondo irónico. Una actitud lúcida para una época de vacío.
Román Padín Otero