89 kms o la cigarra
Una de las fábulas de Samaniego es la de la cigarra y la hormiga. Un cuento recogido de Esopo que lleva implícita la moraleja de que "más vale prevenir que lamentar".
En estas épocas de apagón por la crisis, aquellos que fueron hormiga y guardaron, recurren a su alhóndiga y sacan grano para saciar necesidades actuales.
En el mundo del arte, también se puede aplicar la fábula de La Fontaine o Samaniego, ambos autores recreadores de la tradición clásica. Y no son pocos los museos y centros de arte, que acuden en estos días de tránsito a sus colecciones o fondos permanentes, en ocasiones guardados en almacenes, para hacer buenas exposiciones que cumplan una doble función. Por un lado ofrecer programación de calidad y por otro adaptarse a presupuestos conservadores.
El museo Marco de Vigo presenta la exposición 89km, una colectiva que reúne una selección de fondos de la colección del CGAC. Se trata pues, de una colaboración entre las dos principales sedes del arte contemporáneo en Galicia. El título de la exposición hace referencia a la distancia que hay entre las dos capitales gallegas y en las salas del museo encontramos también una gran reflexión sobre la distancia en el mundo actual, narrada desde la perspectiva de los artistas de hoy.
Si algo es leitmotiv de nuestra hipermodernidad, eso es el caos. Y el artista que representa el desorden de manera más lúcida es Thomas Hirschhorn, de quien se exhibe una gran instalación en la muestra. Las diferencias económicas lacerantes, las contradicciones económicas, sociales, políticas y religiosas, se ponen de manifiesto en las obras de este creador que emplea un lenguaje de gran ruina o estética de habitáculo incidental para plasmar su universo. Dentro de esa tienda de campaña que inventa el artista, se encuentra la heterogeneidad y diversidad de la vida actual. Las herencias de los descubrimientos de las vanguardias como en la monumental escultura arácnida de Mona Hatoum. La evolución de la escultura desde la peana hacia las formas inauditas, como en las piezas tridimensionales de Francis Alÿs, los muebles escultura de Liam Gillick o las maquetas incidentales de Salvador Cidrás.
Además la estética adolescente está representada por las creaciones de Wolfgang Tillmans y Vicente Blanco. El pop art se recrea por Suso Fandiño y el activismo por Diego Santomé. En el fin, una ironía sobre el museo como montón de cubos desordenados firmado por ElmgreenDragset, cierra la muestra. Y encontramos al orbe y al museo en busca del orden perdido.
En estas épocas de apagón por la crisis, aquellos que fueron hormiga y guardaron, recurren a su alhóndiga y sacan grano para saciar necesidades actuales.
En el mundo del arte, también se puede aplicar la fábula de La Fontaine o Samaniego, ambos autores recreadores de la tradición clásica. Y no son pocos los museos y centros de arte, que acuden en estos días de tránsito a sus colecciones o fondos permanentes, en ocasiones guardados en almacenes, para hacer buenas exposiciones que cumplan una doble función. Por un lado ofrecer programación de calidad y por otro adaptarse a presupuestos conservadores.
El museo Marco de Vigo presenta la exposición 89km, una colectiva que reúne una selección de fondos de la colección del CGAC. Se trata pues, de una colaboración entre las dos principales sedes del arte contemporáneo en Galicia. El título de la exposición hace referencia a la distancia que hay entre las dos capitales gallegas y en las salas del museo encontramos también una gran reflexión sobre la distancia en el mundo actual, narrada desde la perspectiva de los artistas de hoy.
Si algo es leitmotiv de nuestra hipermodernidad, eso es el caos. Y el artista que representa el desorden de manera más lúcida es Thomas Hirschhorn, de quien se exhibe una gran instalación en la muestra. Las diferencias económicas lacerantes, las contradicciones económicas, sociales, políticas y religiosas, se ponen de manifiesto en las obras de este creador que emplea un lenguaje de gran ruina o estética de habitáculo incidental para plasmar su universo. Dentro de esa tienda de campaña que inventa el artista, se encuentra la heterogeneidad y diversidad de la vida actual. Las herencias de los descubrimientos de las vanguardias como en la monumental escultura arácnida de Mona Hatoum. La evolución de la escultura desde la peana hacia las formas inauditas, como en las piezas tridimensionales de Francis Alÿs, los muebles escultura de Liam Gillick o las maquetas incidentales de Salvador Cidrás.
Además la estética adolescente está representada por las creaciones de Wolfgang Tillmans y Vicente Blanco. El pop art se recrea por Suso Fandiño y el activismo por Diego Santomé. En el fin, una ironía sobre el museo como montón de cubos desordenados firmado por ElmgreenDragset, cierra la muestra. Y encontramos al orbe y al museo en busca del orden perdido.
Román Padín Otero