viernes, 31 de octubre de 2008

Chiu tatoo


Dressing Design
El diseño industrial se ha convertido en un elemento esencial de nuestra cultura. No sólo es esencial para la vida por las facilidades que aporta y las sorpresas estéticas que brinda, sino que también su importancia intelectual es tan grande desde hace una centena de años, que el siglo XX ha pasado a llamarse el “siglo de los diseñadores”.
La hipermodernidad del siglo XXI posibilita la heterogeneidad estética y junto a conceptos herederos del minimalismo podemos alegrarnos los ojos con creaciones llenas de opulencia y abigarramiento. Hoy menos es más convive con cuanto más mejor.
En esta exposición “Nowhere, Now here”, se agrupan todas las tendencias del caleidoscopio contemporáneo en el ámbito del diseño, con la participación de un nutrido grupo de artistas y diseñadores que “hablan diversas lenguas” y consiguen entenderse en la armonía de la diversidad.
Si el diseño de objetos cotidianos existe como una prótesis que acciona nuestros cuerpos Cyborg “aquí mismo o en ninguna parte”, también aparece en nuestro siglo XXI una variante del mismo que es el diseño de ropa, que actúa de un modo diverso.
La manera de actuación de la moda en la actualidad podríamos llamarla de acción “bajo nuestra piel”.
La célebre canción de Cole Porter “I got U under my skin”, sirve de leit motif para describir el vestido de diseño bajo el prisma de la resistencia cultural, la exploración psicológica y la invención de materiales. Los tres aspectos que se proponen como itinerarios para el diseño industrial convocado a esta exposición.
Casi todo lo que nos rodea es diseño, o sea dibujo. Los objetos del siglo XXI se conciben y luego se manufacturan industrialmente siguiendo un patrón o modelo originario.
Este sistema de crear, mostrar y difundir tiene especial evidencia en la moda. La moda, ese sistema de ver y ser visto, gira entorno a la idea del original que se reproduce industrialmente una vez que se crea el deseo de tenencia a partir del maniquí que luce la creación.
Esta estructura mercantil de hacer prototipos, enseñarlos envueltos en escenarios de ilusión, satisfacer el deseo latente de la demanda y generar compra-venta, se ha convertido en un sistema de comportamiento social.
Hoy todo nuestro comportamiento gira entorno a la idea no maléfica de ver y ser visto, de observar, desear y comprar. Se ve la belleza y se desea, se observa un útil que simplifica una labor y se desea, se conoce un instrumento que satisface una demanda y se adquiere.
Pero este sistema dialéctico llamado “fashion system” que es aplicable a la moda, al arte, al diseño, no ha existido siempre. Es una novedad que gobierna nuestras vidas hipermodernas pero que tiene una fecha de origen concreta.
En torno a la segunda mitad del siglo XIX, los cambios sociales con el auge de la burguesía, los cambios políticos con la caída del antiguo régimen junto a la llegada de los constitucionalismos, los cambios tecnológicos con la revolución industrial, posibilitaron el ambiente para el nacimiento del “fashion system”.
París fue la ciudad símbolo de la nueva representación del eterno lujo a través de la moda. Como respuesta a la revolución industrial inglesa, los franceses aportaron su concepto novedoso del lujo. Con el II Imperio de Napoleón III y Eugenia de Montijo se crea el escenario haussmaniano idóneo para el sistema de la moda. Llegan a Paris los paños de importación y con ellos llegan especialistas que conocen como vender esas telas y desarrollar sus utilidades. Entre ellos llega Charles Frederick Worth, el primer couturier de la historia. Antes de Worth los estilos se llamaban por la nomenclatura del monarca reinante, después de Worth, los estilos llevan la firma del diseñador.
Worth crea los pases de modelo, el concepto del diseñador valorado como cualquier otro artista contemporáneo y crea el icono que desean imitar los clientes como ideal de belleza.
Para difundir las modas de Worth, cumplió una función axial el pintor Francisco Xavier Winterhalter quien retrató a todas las testas coronadas de la Europa del momento y también a gran parte de la burguesía vestidos todos ellos en el estilo de Worth. La moda imponía a todos el deseo de vestirse a la manera de Worth y como complemento, la moda sugería ser retratado a la manera de Winterhalter.
Esa moda decimonónica estaba estructurada desde fuera hacia adentro, como prótesis de naturaleza semejante al diseño industrial. La moda del corsé aprisiona el cuerpo, la moda de la crinolina crea una falda de campana que sugiere ingravidez y tapa las piernas, la moda del moño cambia el perfil, los velos no dejan ver el rostro. Y así hasta el infinito. Esa moda estaba “over our skin”.
Con la evolución de la moda en el siglo XX, se libera el cuerpo y la moda no constriñe sino que dialoga. Chanel libera el cuerpo, Dior lo fantasea, Saint Laurent lo llena de elegancia infinita, Versace crea el porno chic, Dolce & Gabanna celebran el eclecticismo.
Entre las novedades del siglo XX está el empleo del color negro antes reservado al luto, como uniforme atemporal fomentado por los pequeños vestidos negros que luego generalizan los diseñadores japoneses como Yssey Miyake, Yohji Yamamoto y Comme des Graçons o la escuela de Amberes.
Los iconos religiosos como las cruces, los sexuales como el cuero negro, los políticos como los uniformes fascitas y otros, pierden su significado originario y se emplean con ubicua libertad.
En fin, los tejidos tecnológicos como las sedas plisadas, los acabados de goma, las prendas impermeables, las pieles rasadas o las lanas hiperligeras y supercalientes son unas novedades de lo tecnológico.
Pero sin duda la novedad de la moda en los últimos ocho años, el momento correspondiente a las creaciones de diseño industrial que participan en esta exposición, es la ausencia de moda externa y la aparición de la moda interna. Es decir la moda que se guarda “under my skin”.
El arquetipo de urbanita en la actualidad podría ser una esbelta mujer con piernas infinitas y bonito pelo que lleva puesto un pequeño vestido negro de manga corta en invierno. Se calza con unas vertiginosas sandalias y lleva el pelo suelto. Usa gafas y no lleva bolso.
El símbolo de hombre a la moda puede ser un caballero vestido con ropa imposiblemente ajustada, zapatos de punta y pelo corto.
Ella para ir de esa manera debe llevar la moda dentro, las piernas torneadas de la gimnasia, la piel hidratada y brillante de cremas y depilación. El maquillaje ligero, el cuerpo saludable para no morirse de frío con sandalias en invierno, el pelo tratado, las uñas cuidadas, los dientes impecables y las gafas que quitan tanto el calor como las miradas impertinentes.
En el hombre la delgadez es debida a la forma física, se puede apretar la cintura, marca glúteo, lucir cuello y pelo rapado o corto, pero siempre bajo el sortilegio de estar en forma.
Ya no llevan bolso con teléfono, ipod, cámara, agenda y cremas. Hoy todo cabe en el Iphone.
Realmente en el mundo de los objetos maximalistas y minimalistas del siglo XXI, la moda va dentro del cuerpo. Somos metálicos en el jardín botánico y la canción de Cole Porter que hacía broma sobre los estupefacientes se revisita hoy como símbolo del cuerpo más libre y saludable con una moda que bascula sobre la idea de la hidratación, el agua y exhibir el cuerpo para ver y ser visto en la flaneurie de la ciudad del siglo XXI. Esta moda es la ad hoc para “Nowhere, Now here”, moda bajo la piel.
Román Padín Otero
My friend Chiu Longina, coincide conmigo en la idea de que la moda del siglo XXI está no alrededor del cuerpo, sino dentro del cuerpo, en el fitness, el piercing, la cirugía plástica, los cyborg bodies, los afeitados, rapados, depilados, teñidos, prótesis y TATOOS. voilá sus tatoos! Se ha pixelizado y USBizado, genial, j ´adore!