En el tiempo recobrado. La senda plástica de los Alcalde
ROMÁN PADÍN OTERO
Salvador Alcalde y Loli Varela forman un matrimonio que ha dedicado una parte axial de su biografía al coleccionismo de arte. El interés por la creación y por los creadores los ha llevado a pasar gran parte de su tiempo con los artistas en relación de amistad y mecenazgo. Y también esa pasión por el arte los ha puesto en la necesidad de ir adaptando progresivamente sus dos casas en Caracas y en Boiro para albergar los cuadros, esculturas, dibujos, antigüedades y objetos de artes aplicadas que han ido recabando con el paso de los años.En el libro de Susan Sontag El amante del volcán, se cuenta cómo la vida de un coleccionista inglés en la corte de Nápoles bascula entre el deleite por ver arte, la pasión compradora y el sufrimiento por alejarse de sus obras.Así que pasar una vida dedicando buen tiempo al estudio, búsqueda, compra y conservación de obras de arte, es algo legendario, pero que es también esforzado y singular. Pues exige tesón y ánimo de continuidad. Y es en muchos casos algo que empieza como una afición paralela y que por su importancia acaba siendo si no el centro, si una parte seminal de la vida de una casa. Este es el caso de la familia de Salvador y Loli. Ellos empezaron su colección en Venezuela en los años sesenta en Caracas, comprando obras de arte contemporáneo de creadores internacionales y venezolanos de las escuelas cinética, informalista, abstracta y geométrica. Entre otros artistas compraron obras de Vasarely, Soto, Cruz Díez o Armando Reverón. Antes habían ido encargando a los maestros copistas de El Prado algunas reproducciones de los grandes maestros de la primera institución cultural española.El origen de su interés por el arte se remonta a la juventud en Galicia. Salvador nació en Boiro y pasó parte de su infancia en Bandeira, donde conoció por medio de su familia a algunos intelectuales y activistas políticos. De ellos tomó las primeras notas para amar el arte. La que sería su mujer, Loli, nació también en Galicia en el lugar de Escuadro, curiosamente también en Bandeira, Pontevedra. Sin embargo, ellos no se conocieron en Galicia, sino que habría de ser años después en Caracas donde se encontrasen. En el Centro Gallego, Salvador vio a la que le pareció una italiana guapa y Loli vio a quien le pareció un italiano guapo. ¡Eran dos gallegos en Venezuela, que habrían de casarse y pasar la vida juntos!El matrimonio tiene dos hijos, Maru y Salvador. Y los cuatro sienten enorme pasión por el arte; además, Salvador hijo es coleccionista de Mustangs.Desde que sus hijos son pequeños, los Alcalde-Varela pasan parte del año en Galicia y parte en Caracas. Así continuaron los hijos con los estudios, siguieron Salvador y Loli con sus negocios y pudieron ampliar su pasión coleccionista hacia el arte gallego.Lo que inicialmente fue una espléndida colección de arte de las escuelas posteriores al informalismo abstracto, se fue ampliando hacia las vanguardias y, en concreto, hacia las trayectorias de artistas, específicamente gallegos en la escuela de París, dentro de las corrientes del cubismo de salón, el tardo impresionismo, el informalismo europeo y neofigurativo expresionista. Así entran en la vida y en la colección de los Alcalde-Varela la figura y la obra de Laxeiro. Una gran amistad se fragua entre el artista y la familia desde el año 1983. Hasta el fallecimiento del artista de Lalín, son numerosas las anécdotas, experiencias y buenos ratos que pasan en compañía del creador. Además se convierten en sus mayores coleccionistas, al adquirir un grueso legado de obra sobre papel del artista, óleos sobre lienzo de diversas épocas y encargan al pintor obras esenciales.A través de Maruja Seoane se acercan al universo colorista y poscúbico de Luís Seoane, de quien poseen una colección que hechiza tanto como el poder de Circe, diosa mitológica a quien se dedicó una retrospectiva con los óleos de la colección realizados por Seoane en el Auditorio de Galicia.Colmeiro entra también en la colección y en el círculo de amistades de la familia y no son pocos los espléndidos lienzos que albergan en su casa que fueron encargos singulares de Salvador y Loli a este sensible pintor.En fin, Souto, Sotomayor y también Dalí, Pomodoro, Saura, Chawies y espléndidas piezas de imaginería de alta época completan una colección única en Galicia y única en el mundo.Al cuidado directo de la colección se encuentra Maru Alcalde, la hija del matrimonio, que de profesión restauradora y decoradora, tiene residencia entre Madrid, Caracas y Galicia. Ella entiende como la tarea de su vida el continuar ampliando y manteniendo la colección y desea seguir con las múltiples cesiones que se hacen de la misma para exposiciones temporales en todo el mundo. También querría organizar de cara al futuro los fondos de la colección sobre un soporte fundacional. Y le encantaría sobre todo compartir esa pasión por el arte que aprendió de sus padres y ha sido la alegría de su casa desde que puede recordar. Arte gallego e internacional para el mundo desde Boiro y Caracas.
Entre las dos casas familiares a ambos lados del Atlántico
En Caracas, Loli y Salvador viven en una casa en la que desde cada ventana se ve un tipo de jardín distinto. Ellos son aficionados al paisajismo y cuidan los fines de semana la parcela que rodea su casa, que es una edificación contemporánea de líneas reticulares integrada en el paisaje. La casa está en Valle Arriba y cerca de ellos vive Salvador hijo con su mujer, Alejandra Trujillo, y sus dos hijos, Sofía y Arturo. Su hija Maru ha heredado esa afición por la flora y en Madrid dedica parte de su tiempo a la dialéctica oriental de las flores con el arte del ikebana.En la casa, las obras de arte cinético y de artistas venezolanos se combina con grandes espacios y decoración sencilla con lámparas como la Arco de Achille Castiglione y muebles de estilo Bertoia o Colombo.Una de las más bonitas esculturas de la colección es del español Lobo. Del artista, una mujer sedente ocupaba una terraza en Caracas. Ahora esa mujer de bronce de tamaño monumental está sentada en el rellano de la escalera de acceso a la casa solariega de la familia en Boiro. Además, una ninfa del mismo autor, junto a otros grupos de piedra de diversos autores, se salpican por el jardín rodeado de viñedos, plantado de magnolios y envuelto en el verde de Galicia.Junto al pazo hay una bonita capilla y en el interior de la casa, las sorpresas no dejan de sucederse porque la decoración es de ensueño. Se trata de una casa vivida, en la que simplemente se han ido acomodando cosas bonitas, obras de arte y piezas ornamentales con el paso de los años. En una esquina, un panel de Seoane; en la otra, un jarrón chino; más allá, retratos de la familia, y en el fondo, unas sillas inspiradas en el plateresco español. Las habitaciones son sencillas, casi austeras y en las paredes de todas las salas hay preciosos dibujos o cuadros que encierran cada uno una historia biográfica.Entre las habitaciones se distribuye, pues, parte de la colección, y es preciosa la combinación de mobiliario antiguo de diversos estilos –que el matrimonio en compañía de su hija compran en viajes por España o en la feria de Maastricht– con las obras de arte contemporáneo.
De los ambientes en tertulias y relaciones de mecenazgo
Las relaciones personales son la base en el mundo del arte contemporáneo. Interesante es conocer la obra de un artista vivo, pero es excelente si se puede trabar una relación personal con el creador. Salvador y Loli fomentan estas relaciones y las frecuentan. Al entrar en su casa en la actualidad, hay en el recibidor un gran cuadro de Laxeiro fechado en los primeros años ochenta, que fue un encargo del matrimonio al artista. Se titula Os nenos de Bazán y es una representación antropomorfa de los doce meses del año, pues son doce niños los que aparecen en el lienzo rectangular. La escena es uno de esos típicos ambientes de procesión, carnaval o cabalgata del pintor de Lalín. La escena es una fiesta de música y al verla recuerdo con Maru una bonita tarde en el año 1993, que yo pude compartir con su padre, Salvador; con José Prieto, el notario de Pobra en la época, y con el propio Laxeiro. Salvador había comprado una colección de varias centenas de dibujos de Laxeiro que luego se expusieron en el Kiosko Alfonso de A Coruña. Y llamó al artista, al notario y a mí como convidado de piedra, para hacer la autenticación de las obras. Pasamos la tarde viendo los dibujos, charlando, viendo las firmas del artista en los pliegos timbrados y, sobre todo, riendo cada vez que Laxeiro se arrancaba contando un chiste, cantando una canción antigua o tocando la flauta. Algo que hacía como si fuera uno de esos pequeños faunos que él tantas veces retrató. Una delicia conocer al artista Laxeiro gracias a la invitación del mecenas Salvador.Muchas fueron las relaciones fraguadas con afecto entre mecenas y artistas. Hoy la familia sigue deseosa de compartir con nuevos talentos su amor al arte.
Salvador Alcalde y Loli Varela forman un matrimonio que ha dedicado una parte axial de su biografía al coleccionismo de arte. El interés por la creación y por los creadores los ha llevado a pasar gran parte de su tiempo con los artistas en relación de amistad y mecenazgo. Y también esa pasión por el arte los ha puesto en la necesidad de ir adaptando progresivamente sus dos casas en Caracas y en Boiro para albergar los cuadros, esculturas, dibujos, antigüedades y objetos de artes aplicadas que han ido recabando con el paso de los años.En el libro de Susan Sontag El amante del volcán, se cuenta cómo la vida de un coleccionista inglés en la corte de Nápoles bascula entre el deleite por ver arte, la pasión compradora y el sufrimiento por alejarse de sus obras.Así que pasar una vida dedicando buen tiempo al estudio, búsqueda, compra y conservación de obras de arte, es algo legendario, pero que es también esforzado y singular. Pues exige tesón y ánimo de continuidad. Y es en muchos casos algo que empieza como una afición paralela y que por su importancia acaba siendo si no el centro, si una parte seminal de la vida de una casa. Este es el caso de la familia de Salvador y Loli. Ellos empezaron su colección en Venezuela en los años sesenta en Caracas, comprando obras de arte contemporáneo de creadores internacionales y venezolanos de las escuelas cinética, informalista, abstracta y geométrica. Entre otros artistas compraron obras de Vasarely, Soto, Cruz Díez o Armando Reverón. Antes habían ido encargando a los maestros copistas de El Prado algunas reproducciones de los grandes maestros de la primera institución cultural española.El origen de su interés por el arte se remonta a la juventud en Galicia. Salvador nació en Boiro y pasó parte de su infancia en Bandeira, donde conoció por medio de su familia a algunos intelectuales y activistas políticos. De ellos tomó las primeras notas para amar el arte. La que sería su mujer, Loli, nació también en Galicia en el lugar de Escuadro, curiosamente también en Bandeira, Pontevedra. Sin embargo, ellos no se conocieron en Galicia, sino que habría de ser años después en Caracas donde se encontrasen. En el Centro Gallego, Salvador vio a la que le pareció una italiana guapa y Loli vio a quien le pareció un italiano guapo. ¡Eran dos gallegos en Venezuela, que habrían de casarse y pasar la vida juntos!El matrimonio tiene dos hijos, Maru y Salvador. Y los cuatro sienten enorme pasión por el arte; además, Salvador hijo es coleccionista de Mustangs.Desde que sus hijos son pequeños, los Alcalde-Varela pasan parte del año en Galicia y parte en Caracas. Así continuaron los hijos con los estudios, siguieron Salvador y Loli con sus negocios y pudieron ampliar su pasión coleccionista hacia el arte gallego.Lo que inicialmente fue una espléndida colección de arte de las escuelas posteriores al informalismo abstracto, se fue ampliando hacia las vanguardias y, en concreto, hacia las trayectorias de artistas, específicamente gallegos en la escuela de París, dentro de las corrientes del cubismo de salón, el tardo impresionismo, el informalismo europeo y neofigurativo expresionista. Así entran en la vida y en la colección de los Alcalde-Varela la figura y la obra de Laxeiro. Una gran amistad se fragua entre el artista y la familia desde el año 1983. Hasta el fallecimiento del artista de Lalín, son numerosas las anécdotas, experiencias y buenos ratos que pasan en compañía del creador. Además se convierten en sus mayores coleccionistas, al adquirir un grueso legado de obra sobre papel del artista, óleos sobre lienzo de diversas épocas y encargan al pintor obras esenciales.A través de Maruja Seoane se acercan al universo colorista y poscúbico de Luís Seoane, de quien poseen una colección que hechiza tanto como el poder de Circe, diosa mitológica a quien se dedicó una retrospectiva con los óleos de la colección realizados por Seoane en el Auditorio de Galicia.Colmeiro entra también en la colección y en el círculo de amistades de la familia y no son pocos los espléndidos lienzos que albergan en su casa que fueron encargos singulares de Salvador y Loli a este sensible pintor.En fin, Souto, Sotomayor y también Dalí, Pomodoro, Saura, Chawies y espléndidas piezas de imaginería de alta época completan una colección única en Galicia y única en el mundo.Al cuidado directo de la colección se encuentra Maru Alcalde, la hija del matrimonio, que de profesión restauradora y decoradora, tiene residencia entre Madrid, Caracas y Galicia. Ella entiende como la tarea de su vida el continuar ampliando y manteniendo la colección y desea seguir con las múltiples cesiones que se hacen de la misma para exposiciones temporales en todo el mundo. También querría organizar de cara al futuro los fondos de la colección sobre un soporte fundacional. Y le encantaría sobre todo compartir esa pasión por el arte que aprendió de sus padres y ha sido la alegría de su casa desde que puede recordar. Arte gallego e internacional para el mundo desde Boiro y Caracas.
Entre las dos casas familiares a ambos lados del Atlántico
En Caracas, Loli y Salvador viven en una casa en la que desde cada ventana se ve un tipo de jardín distinto. Ellos son aficionados al paisajismo y cuidan los fines de semana la parcela que rodea su casa, que es una edificación contemporánea de líneas reticulares integrada en el paisaje. La casa está en Valle Arriba y cerca de ellos vive Salvador hijo con su mujer, Alejandra Trujillo, y sus dos hijos, Sofía y Arturo. Su hija Maru ha heredado esa afición por la flora y en Madrid dedica parte de su tiempo a la dialéctica oriental de las flores con el arte del ikebana.En la casa, las obras de arte cinético y de artistas venezolanos se combina con grandes espacios y decoración sencilla con lámparas como la Arco de Achille Castiglione y muebles de estilo Bertoia o Colombo.Una de las más bonitas esculturas de la colección es del español Lobo. Del artista, una mujer sedente ocupaba una terraza en Caracas. Ahora esa mujer de bronce de tamaño monumental está sentada en el rellano de la escalera de acceso a la casa solariega de la familia en Boiro. Además, una ninfa del mismo autor, junto a otros grupos de piedra de diversos autores, se salpican por el jardín rodeado de viñedos, plantado de magnolios y envuelto en el verde de Galicia.Junto al pazo hay una bonita capilla y en el interior de la casa, las sorpresas no dejan de sucederse porque la decoración es de ensueño. Se trata de una casa vivida, en la que simplemente se han ido acomodando cosas bonitas, obras de arte y piezas ornamentales con el paso de los años. En una esquina, un panel de Seoane; en la otra, un jarrón chino; más allá, retratos de la familia, y en el fondo, unas sillas inspiradas en el plateresco español. Las habitaciones son sencillas, casi austeras y en las paredes de todas las salas hay preciosos dibujos o cuadros que encierran cada uno una historia biográfica.Entre las habitaciones se distribuye, pues, parte de la colección, y es preciosa la combinación de mobiliario antiguo de diversos estilos –que el matrimonio en compañía de su hija compran en viajes por España o en la feria de Maastricht– con las obras de arte contemporáneo.
De los ambientes en tertulias y relaciones de mecenazgo
Las relaciones personales son la base en el mundo del arte contemporáneo. Interesante es conocer la obra de un artista vivo, pero es excelente si se puede trabar una relación personal con el creador. Salvador y Loli fomentan estas relaciones y las frecuentan. Al entrar en su casa en la actualidad, hay en el recibidor un gran cuadro de Laxeiro fechado en los primeros años ochenta, que fue un encargo del matrimonio al artista. Se titula Os nenos de Bazán y es una representación antropomorfa de los doce meses del año, pues son doce niños los que aparecen en el lienzo rectangular. La escena es uno de esos típicos ambientes de procesión, carnaval o cabalgata del pintor de Lalín. La escena es una fiesta de música y al verla recuerdo con Maru una bonita tarde en el año 1993, que yo pude compartir con su padre, Salvador; con José Prieto, el notario de Pobra en la época, y con el propio Laxeiro. Salvador había comprado una colección de varias centenas de dibujos de Laxeiro que luego se expusieron en el Kiosko Alfonso de A Coruña. Y llamó al artista, al notario y a mí como convidado de piedra, para hacer la autenticación de las obras. Pasamos la tarde viendo los dibujos, charlando, viendo las firmas del artista en los pliegos timbrados y, sobre todo, riendo cada vez que Laxeiro se arrancaba contando un chiste, cantando una canción antigua o tocando la flauta. Algo que hacía como si fuera uno de esos pequeños faunos que él tantas veces retrató. Una delicia conocer al artista Laxeiro gracias a la invitación del mecenas Salvador.Muchas fueron las relaciones fraguadas con afecto entre mecenas y artistas. Hoy la familia sigue deseosa de compartir con nuevos talentos su amor al arte.
My amie Maru and her family hosted me for some pics...elle est une vraie sugarlady...gorgeous, étonnante, marvellous, fascinante, "son sein est crée pour inspirer aux poetes un rêve ideal"