miércoles, 29 de octubre de 2008

Sorolla en Nueva York




El naturalismo escenográfico
El Museo de Bellas Artes de Bilbao expone los murales que el pintor Joaquín Sorolla Bastida realizó por encargo de la Hispanic Society of América con sede en Nueva York en la segunda década del siglo pasado. Es una visión colorista y legendaria de las genealogías ibéricas, un lúcido arte a contracorriente de una época de vanguardias.
Museo de Bellas Artes de Bilbao. Pintura. 13 octubre 2008 a 18 enero 2009

La revisita de los grandes paneles que Sorolla pintó para este comitente americano, permite hacer un análisis del momento histórico en que las obras fueron ejecutadas por el artista. Es significativo mencionar que la forma de hacer del universo sorolliano, correspondía más al gusto clasicista de la época que a los dictados de las vanguardias. Al extremo de que hubieron de pasar décadas para que las axiales producciones de Sorolla, de Sert, de Zuloaga y de tantos otros artistas preciosistas se revalorizasen para el gusto avant la lettre, pues el clasicismo de sus discursos casi fue barrido por la violencia de los ismos. Son esos legados pictóricos realistas en sus diversas matizaciones, la cámara de las maravillas del arte a contracorriente de todos los tiempos.
Hubo un tiempo coincidente con el solsticio de la Belle Époque en la que el arte, la música y la moda basculaban entre el preciosismo modernista y la reinvención del mundo vanguardista. En esos años de 1889 a 1914 se escuchaban los dramas infinitos de Richard Wagner o las visionarias composiciones de Richard Strauss, los reinos del Walhalla y de Salomé respectivamente. Pero en esa época se vivía también al ritmo de otro Strauss, Johann hijo, autor de los célebres valses y se gozaba con las operetas como “El murciélago” de este compositor y también con “La viuda alegre” de Franz Lehár.
Esa escena musical sirve para poner en valor el panóptico cultural del momento del cambio del siglo, una época en la que se apreciaban las novedades artísticas y la innovación, a la vez que se ahondaba en las raíces nacionales europeas y se veían con curiosidad las relaciones sociales entre los representantes del Antiguo Régimen y la burguesía ascendente, las relaciones entre el viejo y el nuevo mundo.
Además en la época dialogaban las escuelas folkloristas como la rusa con compositores como Rimski-Korsakov y Borodin, con las reinterpretaciones de sus idealizaciones de lo popular a través de creaciones como las de los Ballets Russes quienes realizaban escenografías de moda con la Sheherezade del primero o las danzas Polovtsianas del segundo.
Las vanguardias avanzaban sobre estas visiones naturalistas y tardo románticas de la realidad e intentaban cambiar el mundo. El “Pájaro de Fuego” de Stravinsky o el “Sombrero de tres picos” de Manuel de Falla son ejemplos los avances modernos sobre la nostalgia del mundo perdido.
Las imágenes de esa época también hacían contrapunto entre el tardo romanticismo elegante y las iconoclastas vanguardias. Abriendo el camino del arte siglo XX los talentos de Picasso y los cubistas; Matisse y los fauvistas; Balla y los futuristas cohabitaban con los artistas que continuaban una línea de nuevo realismo influido en cierta medida por los Machiaolli en Italia, los impresionistas en Francia y los descubrimientos de Turner en el Reino Unido. Así desde Italia, aunque triunfando en París y vinculando al viejo mundo aristócrata con el nuevo mundo americano respaldado por las grandes fortunas aparecen los retratos realistas y luminosos de Giovanni Boldini. En Francia para pintar las efigies de todo el “gratin” y las escenas de la vida privada estaba Jacques-Émile Blanche. Y desde el Reino Unido, era Sir John Singer Sargent quien recogía con realismo la vida y los rostros de la alta sociedad al tiempo que los envolvía en refulgencias propias del reino moderno de la luz.
En este ámbito de “Un tiempo recobrado” es donde se localizan los catorce paneles sobre las “imágenes de la vida en las culturas populares de España” firmados por Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia 1863- Madrid 1923), realizados entre los años 1912 y 1919. En estos cuadros se recogen todos los aspectos de la cultura de la época Proust a caballo entre el tiempo perdido y el tiempo recobrado que se han mencionado en las líneas precedentes. Los cuadros de Sorolla, lo mismo que los de su contemporáneo Sert son monumentales. Están realizados con un novedoso estilo inspirado en la luz y el color pero vinculado al realismo y alejado de las innovaciones formales de las vanguardias. Recogen escenas costumbristas no con una intención reaccionaria sino con una idea de arqueología del gusto y de los hábitos de gran modernidad que sirven además como archivo de la memoria de un tiempo real.
Las composiciones tienen aire teatral y recuerdan a la colocación de los personajes para una ópera en un gran teatro. Esto los hace más grandiosos pues realizados con la modernidad de la luz, emplean las composiciones de perspectivas fotográficas propias de los grandes pintores del siglo XX.
Además se trata de un conjunto sobre el viejo continente encargado por un estudioso del nuevo continente. Pues los 14 óleos fueron encargados a Sorolla por Archer Milton Huntington para la Hispanic Society de Nueva York. Son pues el pequeño homenaje a esa relación de Estados Unidos con Europa que de modo tan definitivo marcó la época del cambio de siglo.
Entre las escenas de fiesta en Sevilla, Semana Santa, el País Vasco o las vistas de Castilla se crea una música para el tiempo llena de colorismo y grandes gestos que sirven para recordar un tiempo pasado bajo la óptica narrativa del pintor. No lejanos a esta visión son los grupos de marineros o aristócratas o damas tantas veces retratados por Ignacio Zuloaga que nos permiten tener no sólo un visión de un conjunto artístico sublime si no también conocer la realidad de un tiempo a través de los ojos intelectuales del pintor con oficio y con interés por conocer más de la vida de los demás.
La pequeña representación idealizada del mundo de los años diez en España realizada por Sorolla para Nueva York y que ahora viaja a Bilbao es tanto un gesto de arqueología cultural como una axial representación del arte que navega a pesar de todo “á rebours”, a contracorriente. En las minorías se encuentra en ocasiones la clave.
Román Padín Otero
I´ve published con mi amiga Itxaso Mendiluce en el Mugalari este sublime texto sobre los paneles de Sorolla para la Hispanic de N.Y que se exponen en Bellas Artes de Bilbao....à rebours! abajo el conceptualismo, muera el minimal malo, merde pour la merde d´artiste, je m´en fou!...¿cuando volverán a hacer exposiciones en el CGAC?