24 horas y 10 minutos, Cidrás en el Musac
Las veinticuatro horas del día y algunos minutos más es el título elegido por Salvador Cidrás para la exposición que actualmente presenta en el Musac leonés.
Dentro de la programación de la décima primera temporada trimestral del museo se hace una gran instalación de la obra pictográfica del artista gallego en una muestra comisariada por la audaz gestora Tania Pardo.
Salvador Cidrás es un artista que actualmente tiene en torno a los cuarenta años y lleva la mitad de su vida en el sistema del arte. Es por tanto uno de esos fascinantes creadores de largo recorrido a los que el mercado no fagocita en un par de temporadas, sino que él ha sabido desarrollar su discurso teórico y plástico de modo coherente haciéndolo cada vez más sólido y nutrido. Dos grandes referencias gravitan sobre la obra de excelente factura de Salvador. Una base intelectual que hace variaciones sobre el legado cultural de Pier Paolo Pasolini y avanza sobre la representación gráfica de los ragazzi di vita, que a su vez es una progresión del arquetipo masculino del pintor barroco Caravaggio. Y la otra fuente de Cidrás es la transposición a su obra del universo pop de la adolescencia y la estética de la juventud caracterizada por la cultura de la fiesta, la moda, la erótica y la música.
Así en el mundo que consume juventud de este artista encontramos una honda solidez intelectual clásica con la cita al neorrealismo y al barroco. Y hay también una profunda admiración a la vida contemporánea y a la revisitación de lo cotidiano en clave artística. Hay, en fin y sobre todo, una ejecución impecable de los cuadros y dibujos en este artista dotado de gran oficio.
En la exposición de León tras caminar por unos muros con forma de envoltorio de tableta de chocolate que aparecen estampados de iconos en blanco y negro con efigies de lobos esteparios y chicos de la vida, se llega a una gran sala donde un vídeo y ocho grandes cuadros llenan el espacio. Hay además varias esculturas de neón que forman parte de los frisos de las paredes.
El vídeo es una genialidad del arte y ensayo o de la nueva factoría Warhol y recoge las veinticuatro horas de un chaval de Carballo en tono naturalista. Es una obra poética.
Los ocho dibujos o cuadros representan un diálogo entre el homoerotismo, los iconos de nightclub, los hombres hercúleos y las visiones de paisajes con la velocidad del tren pasando por las llanuras. Es todo precioso, conmovedor y tórrido. Una exposición para el recuerdo y un trabajo digno de recibir un one man show.
Otras exposiciones en el Musac esta temporada recogen los trabajos del oriental Terence Koh. Este artista promocionado por el agiotista galerista Javier Péres tiene un discurso inspirado en la esencialidad del teatro chino, en la violencia de la performance del activismo vienés y en la crudeza de los shows pornográficos. Todo ello se combina en un ambiente de misticismo sexual y estética oscura o del inframundo. En la obra de Koh, los materiales abyectos y de textura repugnante hechos con desechos se combinan para crear esqueletos, cuernos de toro, cuerpos mutilados o columnas totémicas con alardes falócratas. Es un artista de referencia muy interesante que merece ser visitado. En León hay una obra de luz dorada que ilumina una última cena letal realizada en un estilo que recuerda al cineasta Peter Greenaway. Hay sábanas negras manchadas de fluidos corporales, luces con mensajes en Morse y un gran cuarto de abstracción negra. Es el suyo un entorno de sublimación paraestética visionario y sugerente. Hay además en el museo otras dos exposiciones interesantes. El Monólogo de Paul Pfeiffer, comisariada por el lúcido Octavio Zaya, es una ensoñación sobre los discursos monotemáticos intervenidos en obras fotográficas y videográficas. También la muestra de pintura dedicada a Antonio Ballester Moreno es sorprendente pues recrea en gran formato el estilo de las pequeñas porcelanas alemanas con aires ingenuos y coloristas.
Prácticamente un artista de cada continente en esta edición del Musac y todos ellos excelentes.
My friends from Musac hace organized more exhibits...Salvador Cidrás, Terence Koh and others this time...good! Este texto mio del correo gallego sobre las exposDentro de la programación de la décima primera temporada trimestral del museo se hace una gran instalación de la obra pictográfica del artista gallego en una muestra comisariada por la audaz gestora Tania Pardo.
Salvador Cidrás es un artista que actualmente tiene en torno a los cuarenta años y lleva la mitad de su vida en el sistema del arte. Es por tanto uno de esos fascinantes creadores de largo recorrido a los que el mercado no fagocita en un par de temporadas, sino que él ha sabido desarrollar su discurso teórico y plástico de modo coherente haciéndolo cada vez más sólido y nutrido. Dos grandes referencias gravitan sobre la obra de excelente factura de Salvador. Una base intelectual que hace variaciones sobre el legado cultural de Pier Paolo Pasolini y avanza sobre la representación gráfica de los ragazzi di vita, que a su vez es una progresión del arquetipo masculino del pintor barroco Caravaggio. Y la otra fuente de Cidrás es la transposición a su obra del universo pop de la adolescencia y la estética de la juventud caracterizada por la cultura de la fiesta, la moda, la erótica y la música.
Así en el mundo que consume juventud de este artista encontramos una honda solidez intelectual clásica con la cita al neorrealismo y al barroco. Y hay también una profunda admiración a la vida contemporánea y a la revisitación de lo cotidiano en clave artística. Hay, en fin y sobre todo, una ejecución impecable de los cuadros y dibujos en este artista dotado de gran oficio.
En la exposición de León tras caminar por unos muros con forma de envoltorio de tableta de chocolate que aparecen estampados de iconos en blanco y negro con efigies de lobos esteparios y chicos de la vida, se llega a una gran sala donde un vídeo y ocho grandes cuadros llenan el espacio. Hay además varias esculturas de neón que forman parte de los frisos de las paredes.
El vídeo es una genialidad del arte y ensayo o de la nueva factoría Warhol y recoge las veinticuatro horas de un chaval de Carballo en tono naturalista. Es una obra poética.
Los ocho dibujos o cuadros representan un diálogo entre el homoerotismo, los iconos de nightclub, los hombres hercúleos y las visiones de paisajes con la velocidad del tren pasando por las llanuras. Es todo precioso, conmovedor y tórrido. Una exposición para el recuerdo y un trabajo digno de recibir un one man show.
Otras exposiciones en el Musac esta temporada recogen los trabajos del oriental Terence Koh. Este artista promocionado por el agiotista galerista Javier Péres tiene un discurso inspirado en la esencialidad del teatro chino, en la violencia de la performance del activismo vienés y en la crudeza de los shows pornográficos. Todo ello se combina en un ambiente de misticismo sexual y estética oscura o del inframundo. En la obra de Koh, los materiales abyectos y de textura repugnante hechos con desechos se combinan para crear esqueletos, cuernos de toro, cuerpos mutilados o columnas totémicas con alardes falócratas. Es un artista de referencia muy interesante que merece ser visitado. En León hay una obra de luz dorada que ilumina una última cena letal realizada en un estilo que recuerda al cineasta Peter Greenaway. Hay sábanas negras manchadas de fluidos corporales, luces con mensajes en Morse y un gran cuarto de abstracción negra. Es el suyo un entorno de sublimación paraestética visionario y sugerente. Hay además en el museo otras dos exposiciones interesantes. El Monólogo de Paul Pfeiffer, comisariada por el lúcido Octavio Zaya, es una ensoñación sobre los discursos monotemáticos intervenidos en obras fotográficas y videográficas. También la muestra de pintura dedicada a Antonio Ballester Moreno es sorprendente pues recrea en gran formato el estilo de las pequeñas porcelanas alemanas con aires ingenuos y coloristas.
Prácticamente un artista de cada continente en esta edición del Musac y todos ellos excelentes.