miércoles, 18 de junio de 2008

Josema en Cabido




























Una saga de médicos
ROMÁN PADÍN OTERO
Visito a José María en su casa familiar de Baión, un lugar cercano a Vilagarcía de Arousa. En el Pazo conviven los recuerdos del pasado palentino de la familia paterna con la realidad de la tierra Gallega que tan querida es para los miembros de esta saga que se sienten gallegos de corazón.En la bonita casa, me destaca José María, vive durante todo el año su madre, Victoria Eugenia, y que durante el verano y otras épocas de vacación, el gran caserón se llena hasta la bandera con los cuatro hijos de Victoria Eugenia, sus familias y los amigos a los que invitan, pues es esta familia de generosos anfitriones a quienes les gusta compartir y agasajar a sus visitantes.La madre de José María es natural de Valladolid y se trasladó a Galicia en los años sesenta cuando tras contraer matrimonio con José María padre, ambos se instalaron en la Ría de Arousa para el ejercicio de la profesión de traumatólogo cirujano por José María padre.José María, natural de Palencia, estudió la licenciatura de Medicina en Valladolid y más tarde realizó entre otros estudios el de la especialidad de Traumatología en Santander. Con el título bajo el brazo viajó a Galicia, y tal y como cuenta su hijo con cariño y devoción filial que le lleva a recordar emocionado a su padre, el doctor llegó a Vilagarcía con una pequeña maleta, una máquina de escribir y un montón de deseos de ayudar al enfermo.En poco tiempo, el sincero carácter de castellano viejo del padre se hizo eco en Vilagarcía alcanzando inmediato reconocimiento como hombre y como médico, invitándole todo ello a instalar a su recién formada familia en las tierras de Rosalía. El matrimonio José María y Victoria Eugenia abrió clínica en Vilagarcía hace casi cuatro décadas y en esa ciudad vieron mejorar su reconocimiento profesional, ayudaron a muchos pacientes que devenían en amigos, tuvieron a sus cuatro hijos y entre otras propiedades adquirieron el Pazo do Cabido una bella mansión del siglo XVII, enteramente construida en cantería, con una preciosa fachada porticada y una gran finca que rodea el edificio. Es la casa matriz de la familia en Baión.No es baladí mencionar que dos de los hijos del matrimonio, mi anfitrión José María y su hermano Jesús, ejercen a su vez la medicina, el primero como dentista en Vilagarcía y el segundo como cirujano en Lisboa.Además, la tradición se remonta a generaciones más altas, pues aparte del padre José María, el padre de este también llamado José María, fue médico en Valladolid. Y el bisabuelo, Manuel, fue también médico en el final del siglo XIX.Por la rama materna también eran científicos y el abuelo materno, de nombre Eugenio, era veterinario en Castilla. Así que la tradición no solo toma forma de bonito pazo de evocación valleinclanesca en la casa de la familia, sino que también la profesión de la familia está enraizada en la memoria.José María me hace notar, sosteniendo una bonita foto de su padre en la clínica durante los años setenta, que cuando se iniciaba en su primer día como dentista en la clínica de Vilagarcía, durante la comida le pidió a su padre un consejo. El buen padre le contestó que no necesitaba recordarle que fuese honesto, pues ya lo era, pero sí le hizo hincapié en que tratase a los pacientes como si fueran de los suyos, cada paciente un amigo, un confidente el doctor y con ello la satisfacción de intentar curar el cuerpo con ayudas al alma. Desde luego que José María continúa en el consejo paterno y hace que todos los que nos acercamos a él nos sintamos amigos de viejo.José María es el mayor de los hermanos y está casado con Marta, una encantadora joven perteneciente a una muy conocida familia de Santiago de Compostela, ciudad en la que reside el matrimonio con sus tres hijos, Victoria, José María y Marta. Marta trabaja con su marido, José María, en Vilagarcía una parte de la semana y la restante colabora en la capital gallega con su padre, un conocido cirujano maxilofacial, quien además ocupa un puesto docente en la Facultad de Odontología, donde recibe la colaboración de Marta y José María.El segundo de los hermanos Jesús, está casado con Teresa y ejerce la profesión de cirujano en Lisboa, donde reside con su mujer y sus tres hijos.El tercero de los hermanos Pedro, es abogado y destaca además como poeta. Ha publicado dos monografías con gavillas de versos que son una delicia en concisión estilística y estética de contenido. Completó su formación como abogado especializándose en urbanismo con un estudio de Master´s Degree.El último de los hermanos Juan Carmelo, estudió Económicas en Santiago y tras licenciarse, se especializó en materias bursátiles con un Master´s Degree.Aunque todos los hermanos están residiendo fuera de la casa familiar de Arousa, se hablan cotidianamente y se reúnen en los períodos de vacación para pasar temporadas con Victoria Eugenia, quien disfruta de la compañía de los suyos en un entorno realmente hermoso que es fruto de la dedicación, la constancia y la “joie de vivre” de esta gran familia gallega.
Una casa decorada en estilo castellano con “moitos aires da terra”
La casa está maravillosamente decorada por Victoria Eugenia, una señora de un gusto exquisito que ha combinado con gran delicadeza los objetos de estética castellana de su juventud con aquellos otros de aires gallegos de una parte axial de su vida. Junto a bonitos muebles de roble de alta época se aparecen unos reposteros en los que se representa el escudo de Palencia y el de Pontevedra. Sobre un comedor de estilo Reyes Católicos se colocan graciosas cerámicas populares gallegas. Aún en unas bonitas repisas dialogan las piezas de artistas contemporáneos gallegos, como queridos retratos del padre, con recuerdos recolectados en viajes por las tierras palentinas hechos en la tradición artesanal del centro de España.Compartir el recuerdo parece que es compartir la vida en esta casa tan luminosa.En la entrada, unos preciosos espejos de estilo isabelino comparten espacio con esas jarritas de brillos llamadas de Laster y también con retratos de la familia en los que aparecen las elegante efigies de los abuelos paternos y maternos, casi como si de ilustraciones de Federico Ribas Montenegro se tratara, con los aires del blanco y negro que marcaron una época.Cerca de la bonita casa que está coronada por el escudo de la familia y por un singular reloj de sol cubicular, rodeada por una balaustrada que permite unas hermosas vistas a la piscina y a la plantación de kiwi, se encuentra la capilla. El pequeño templo con nártex y frontón fue erigido por Victoria Eugenia y su marido para celebrar la boda de José María con Marta. Allí celebraron muchos de los actos más íntimos de la familia bajo el ámbito sacramental. En tono de broma cariñosa, me recuerda José María, lo complicado que fue obtener los permisos para construir el edificio de piedra dedicado al culto católico, ¡casi parece más fácil en estos días abrir un bar que una iglesita! En cualquier caso, superada la prueba de las autorizaciones se puede gozar ahora con la ascética estética en granito y vidrieras emplomadas de un místico lugar de recogimiento, donde se escucha aún la melodía favorita del padre José María, A negra sombra de Capón-Rosalía.
Un jardín centenario habitado por viñedos, camelias, kiwis y calas
En la finca se ve al entrar un centenario pino manso que parece servir de guía a la residencia de una familia de orígenes castellanos y alma gallega. Me recuerda José Mari cómo hicieron uso del traje regional para las primeras comuniones y cómo aprecian el hablar gallego, aunque para ellos no sea lengua materna.Junto al pino está un precioso palomar y más al fondo la capilla desde la que se divisa en gran hórreo de piedra con madera y cerca de él la gran casa palaciega.Entre estas construcciones, la flora se eleva sembrada con gracia y buen criterio paisajístico, el estilo del ajardinamiento responde a la forma de huerta con camelias, hortensias, calas y flores multicolores... Hay además una zona que hace la delicia de los niños que es la piscina y un campo de juegos con estructuras para correr y saltar.En un sector está la gran pajarera en donde siendo niños, José María y sus hermanos tenían periquitos y faisanes. En otra franja hay una enorme plantación de kiwi y no lejos una bodega rodeada de viñedos de albariño.Toda esta exuberante flora estuvo a punto de convertirse en carbón durante los dramáticos incendios que asolaron el campo gallego en los últimos estíos. En la circunstancia de un gran fuego que cercó la parroquia donde está la finca, cuando ya se veían vencidos por la llamas, tuvo la familia la ayuda de una cohorte de tractores y palas de todos sus vecinos. Gracias a esa ayuda de confraternidad vecinal podemos ver hoy la finca en su esplendor centenario y podemos, además, pasar un día de fiesta con la romería que los Giraldo han instituido para recordar el épico avatar. Un jardín cuidado como un corazón, el corazón verde de Galicia y el latido de una familia.
I´ve published cette article autour de mon amie Josemari, en el correo gallego