De visionaria escultura
Ana Laura Aláez expone en el MUSAC leonés su nuevo universo creativo. Reinventando la idea de museo dentro del museo, en el “noli me tangere” de la transmodernidad, la creadora celebra con pompa y circunstancia su talento. Apoyada en un juego de proporciones, las esculturas de formas amnióticas de la artista escapan del seno de un pabellón de exposiciones.
La exposición de Ana Laura Aláez en el Musac es brillante. En un ala del edificio leonés ha colocado una selección de sus esculturas con formas melifluas y vaginales sobre unas sólidas peanas de estilo clásico. Son esculturas realizadas en la forma tradicional del bronce que representan una colección de sensuales objetos variados, desde un ojo de drag queen hasta un anillo.
Las formas redondeadas y llenas de pliegues orgánicos de las esculturas tienen un lenguaje sugerente que parece salido de un invernadero habitado por plantas tropicales entre las que destaca una enorme flora devoradora de hombres.
Junto a ellas se encuentra una gran arquitectura realizada con paneles de metal ensartados unos dentro de otros. Los enormes rectángulos planos de metal construyen un sólido pabellón de evocación expresionista que recuerda a la obra cinematográfica del “Gabinete del Doctor Caligari” de Robert Wiene.
La monumentalidad de la escultura-edificio resulta imponente y la visión de las esculturas delante del pabellón es como un revisitación de los propileos para acceder al Museo Bode de Berlín o cualquier otro edificio clasicista.
Uno avanza entre columnas con esculturas sensuales y al fondo aparece la fortaleza de las artes que irónicamente está vacía. Se cruza a través de ella como por una pérgola, vemos a su través a pesar de la contundencia del metal.
Aquí, la artista cita la idea transmoderna del edificio dedicado a museo como objeto de arte en sí mismo. La arquitectura vedette del siglo XXI, con el Museo bilbaíno de Frank Gehry al frente, se caracteriza por otorgar tanta importancia al edificio como a las colecciones que alberga. Al extremo de presentar en ocasiones la “caja blanca” vacía.
Además, en la tradición de la formación escultórica vasca de Ana Laura Aláez, es lógica la cita a la escultura vigorosa de Chillida, Badiola u Oteiza. Por ello su gran pabellón tiene formas esenciales y lineales, formas fornidas para ser la casa de las artes.
Viendo el impacto del Guggenheim en el País Vasco, es lógico que ella cite también en su universo a esa enorme nave espacial o gran barco varado junto a la ría. Y fusionando la tradición escultórica vasca del hierro con la novedad arquitectónica de los edificios “star system” surge un museo dentro del museo con las esculturas fuera del mismo.
Como gesto poético, a través de un lucernario en la sala del museo descienden ingrávidas las placas que forman los muros del pabellón. Los paneles avanzan hasta construir el museo bombonera, como aquellos teatros para el Mozart más genial.
Junto al museito monumento ha colocado unas esculturas mutantes que convierten unas cazadoras leather en falócratas objetos con textura de látex. Todas estas esculturas ready made son provocadoras y violentas en un discurso de ciborg nocturno. Hace poco, en el parisino Palais de Tokio dentro de la exposición “The third mind”, la artista Nancy Grossman exponía una colección de cabezas de fornidos chavalotes rematadas en cuero y latex. La violencia contenida de aquellas obras y el morbo de estas cazadoras escultura de Aláez es parangonable. ¡Ladies in black, chicas de negro!
Un museo vacío, las vulvas con forma de escultura en la fachada y las protuberancias falócratas en el alzado posterior. ¿Yacerán esculturas cóncavas y convexas en el pabellón dando vida a una nueva raza transgénica?
Las esculturas de algunas artistas como Louise Bourgeois toman sus formas prestadas de las noches insomnes llenas de eclosión hormonal adolescente. La voluptuosidad de los cuerpos trémulos de Rubens parece tomar forma en el bronce y se crean pequeños objetos húmedos. En el universo biográfico de la mujer con memoria de niña, el interior del cuerpo medúseo y el exterior voluptuoso coinciden en diversas piezas como ocurre en la gran araña situada al exterior del Guggenheim de Bilbao.
La escultura de Ana Laura Aláez también es voluptuosa y uterina en el interior, pero su exterior es de turgente metal rígido. Hierático como las diosas de Thierry Mugler o de Helmut Newton. Así ella propone un escenario con forma de museo realizado en sólidas planchas de metal sobre el que se puede hacer el acto expositivo de sus esculturas. Ella prefiere jugar al retardo y no introducir las esculturas en el pabellón. Aplicando la espera separa a las esculturas complementarias por medio del edificio vacío.
El conjunto cita pues, el “noli me tangere” no me toques del arte clásico. La casa del arte que supuestamente debería ser sede de unas esculturas y sus parejas sirve de celosía para que ellas, las esculturas, se vean pero no se toquen.
Ana Laura Aláez da una intelectualizada lección de conocimiento del soporte y su imbricación con un discurso alambicado. Ella sigue siendo la estrella indiscutible de su universo de visionaria arquitectura sideral. Sólo mirar, tocar puede ser nocivo para la salud.
Román Padín Otero
Ana Laura Aláez expone en el MUSAC leonés su nuevo universo creativo. Reinventando la idea de museo dentro del museo, en el “noli me tangere” de la transmodernidad, la creadora celebra con pompa y circunstancia su talento. Apoyada en un juego de proporciones, las esculturas de formas amnióticas de la artista escapan del seno de un pabellón de exposiciones.
La exposición de Ana Laura Aláez en el Musac es brillante. En un ala del edificio leonés ha colocado una selección de sus esculturas con formas melifluas y vaginales sobre unas sólidas peanas de estilo clásico. Son esculturas realizadas en la forma tradicional del bronce que representan una colección de sensuales objetos variados, desde un ojo de drag queen hasta un anillo.
Las formas redondeadas y llenas de pliegues orgánicos de las esculturas tienen un lenguaje sugerente que parece salido de un invernadero habitado por plantas tropicales entre las que destaca una enorme flora devoradora de hombres.
Junto a ellas se encuentra una gran arquitectura realizada con paneles de metal ensartados unos dentro de otros. Los enormes rectángulos planos de metal construyen un sólido pabellón de evocación expresionista que recuerda a la obra cinematográfica del “Gabinete del Doctor Caligari” de Robert Wiene.
La monumentalidad de la escultura-edificio resulta imponente y la visión de las esculturas delante del pabellón es como un revisitación de los propileos para acceder al Museo Bode de Berlín o cualquier otro edificio clasicista.
Uno avanza entre columnas con esculturas sensuales y al fondo aparece la fortaleza de las artes que irónicamente está vacía. Se cruza a través de ella como por una pérgola, vemos a su través a pesar de la contundencia del metal.
Aquí, la artista cita la idea transmoderna del edificio dedicado a museo como objeto de arte en sí mismo. La arquitectura vedette del siglo XXI, con el Museo bilbaíno de Frank Gehry al frente, se caracteriza por otorgar tanta importancia al edificio como a las colecciones que alberga. Al extremo de presentar en ocasiones la “caja blanca” vacía.
Además, en la tradición de la formación escultórica vasca de Ana Laura Aláez, es lógica la cita a la escultura vigorosa de Chillida, Badiola u Oteiza. Por ello su gran pabellón tiene formas esenciales y lineales, formas fornidas para ser la casa de las artes.
Viendo el impacto del Guggenheim en el País Vasco, es lógico que ella cite también en su universo a esa enorme nave espacial o gran barco varado junto a la ría. Y fusionando la tradición escultórica vasca del hierro con la novedad arquitectónica de los edificios “star system” surge un museo dentro del museo con las esculturas fuera del mismo.
Como gesto poético, a través de un lucernario en la sala del museo descienden ingrávidas las placas que forman los muros del pabellón. Los paneles avanzan hasta construir el museo bombonera, como aquellos teatros para el Mozart más genial.
Junto al museito monumento ha colocado unas esculturas mutantes que convierten unas cazadoras leather en falócratas objetos con textura de látex. Todas estas esculturas ready made son provocadoras y violentas en un discurso de ciborg nocturno. Hace poco, en el parisino Palais de Tokio dentro de la exposición “The third mind”, la artista Nancy Grossman exponía una colección de cabezas de fornidos chavalotes rematadas en cuero y latex. La violencia contenida de aquellas obras y el morbo de estas cazadoras escultura de Aláez es parangonable. ¡Ladies in black, chicas de negro!
Un museo vacío, las vulvas con forma de escultura en la fachada y las protuberancias falócratas en el alzado posterior. ¿Yacerán esculturas cóncavas y convexas en el pabellón dando vida a una nueva raza transgénica?
Las esculturas de algunas artistas como Louise Bourgeois toman sus formas prestadas de las noches insomnes llenas de eclosión hormonal adolescente. La voluptuosidad de los cuerpos trémulos de Rubens parece tomar forma en el bronce y se crean pequeños objetos húmedos. En el universo biográfico de la mujer con memoria de niña, el interior del cuerpo medúseo y el exterior voluptuoso coinciden en diversas piezas como ocurre en la gran araña situada al exterior del Guggenheim de Bilbao.
La escultura de Ana Laura Aláez también es voluptuosa y uterina en el interior, pero su exterior es de turgente metal rígido. Hierático como las diosas de Thierry Mugler o de Helmut Newton. Así ella propone un escenario con forma de museo realizado en sólidas planchas de metal sobre el que se puede hacer el acto expositivo de sus esculturas. Ella prefiere jugar al retardo y no introducir las esculturas en el pabellón. Aplicando la espera separa a las esculturas complementarias por medio del edificio vacío.
El conjunto cita pues, el “noli me tangere” no me toques del arte clásico. La casa del arte que supuestamente debería ser sede de unas esculturas y sus parejas sirve de celosía para que ellas, las esculturas, se vean pero no se toquen.
Ana Laura Aláez da una intelectualizada lección de conocimiento del soporte y su imbricación con un discurso alambicado. Ella sigue siendo la estrella indiscutible de su universo de visionaria arquitectura sideral. Sólo mirar, tocar puede ser nocivo para la salud.
Román Padín Otero
I´ve published cette article autour de la expo by AnaLaura Aláez á le MUSAC que visité con mi amigo Rafa Sendín, in Mugalari of Gara