viernes, 12 de febrero de 2010

Omnia vanitas, Alexander Mcqueen ECG

Vanitas vanitatum omnia vanitas
Son varios los acontecimientos que nos evocan el aforismo latino en este tiempo, Vanidad de vanidades, todo es vanidad. El inexorable paso del tiempo, es una frase no sólo referida a los bodegones barrocos holandeses y españoles del siglo XVII, si no que es también el sonido sordo que espectral se intuye en todos los cambios de ciclo vital.
El mundo de la moda y el mundo del arte, están atravesando una de estas luctuosas fases, de las que surgirán triunfantes, nuevas formas de dicción estéticas.
Hace un año asistíamos en la parisina iglesia de San Roque, más por ubicuidad que por premeditación, a la misa del cabo de año del maestro de maestros, el genial y delicado Yves Saint Laurent. El que fuera principal couturier del siglo XX, moría el uno de junio de 2008 y un año después amigos y asociados le recordaban. La bondad de los que acometieron grandes empresas y lograron hazañas, es que el tiempo puede con su carne pero no con sus logros y hoy Yves Saint Laurent, como el ave fénix se ha reencarnado, para nosotros la opinión pública, en la figura de Stefano Pilatti, actual chef designer de la firma.
En la época del aniversario de la muerte de Saint Laurent, un final, en este caso financiero, se cernía sobre otro de los grandes couturiers del siglo XX. La empresa titular de Christian Lacroix, se declaraba en insolvencia y a pesar de la penuria económica de la compañía, Christian, el modisto ponía en pie un voluntarioso desfile de alta costura con hálito de canto del cisne. El finale con adagio para un ballet sublime de veintidós años de duración, a lo largo del cual, se habían visto las recreaciones de las más asombrosas formas de vestido barrocas y arlesianas.
El barroco, pasión sevillana de Lacroix y Arles refugio sentimental de su infancia. La vanitas o el paso del tiempo se representa recurrentemente por medio de la calavera. Hamlet habla al cráneo exangüe y le pregunta sobre su existencia. San Francisco, representado por Zurbarán, sostiene un cráneo. Algunas representaciones de calaveras, de alta época y del siglo XXI, aparecen ahora reunidas en el museo Maillol de París. Allí se reúne, desde Caravaggio a Damien Hirst, una cuidada selección de los más notables creadores de imágenes sobre el tiempo y las muertes.
Uno de los couturiers más interesados en representar la vanitas, la muerte y las mutaciones decadentes de la carne y la materia, fue Alexander Mcqueen. El creador británico ha fallecido cercado por una melancolía tan profunda como aquella que servía de fuente de inspiración a sus vestidos. Sus desfiles eran espectáculos que alcanzaron la cima en la colección primavera verano 2010. Un desfile retransmitido on line que contaba con retroproyecciones digitales, grúas con cámaras, vestidos bien cortados con patrones nunca vistos y aspecto para una mujer que resulta ser una Norna. Parcas, Moiras o Nornas, las mujeres que tejen el destino y cortan el hilo de la vida, hicieron su tijeretazo final a este hábil cortador de patrones que ha dejado una huella indeleble en la historia del vestido. Alexander Mcqueen el hombre ya no está, ahora el mito y la marca, religión pagana del siglo XXI, continuarán llenando de pesadillas góticas nuestro armario. No queda más que evocar a Desdémona en el Otello de Verdi y balbucear Ave María, piena di grazia.
Román Padín Otero
He publicado to-day en El Correo Gallego, este artículo sobre la vanitas a propósito de Alexander Mcqueen...