martes, 2 de febrero de 2010

Pablo Pérez Sanmartín


Do U care for boridos?
En la forma de hablar cotidiana de los adolescentes norteamericanos hay varias palabras procedentes de otros idiomas que no son el inglés que han acabado por formar parte del lenguaje coloquial. Las palabras procedentes del francés, del italiano y del castellano en su mayoría, constituyen el léxico minimalista para calificar algunas comidas, varias bebidas, ciertos automóviles y algunas marcas de ropa.
Un día cualquiera en una ciudad cualquiera en el sur de Florida, por ejemplo en Palm Beach, un grupo de adolescentes de gente bien, salen en su auto de marca “maseradi” , a pasear entre “chandeliers” por la noche, vestidos de “ralphlauren”, con colonia de “beneron” y van a cenar “spaghetti”, “french fries” o “burridos”. Estos últimos son unas tortas de trigo rellenas de carne, vegetales, salsas picantes, queso, enchilada, chili con carni y todo lo que se quiera. Son un plato oriundo de la cocina mexicana que se llaman realmente “burritos”. Los burritos son una comida y son también los personajes, que llenos de todo tipo de condimento, habitan el universo de adolescencia teenager e iconoclastia estética de Pablo Pérez Sanmartín.


En la estética de Pablo aparecen dibujos realizados por medio de ordenador que son completados con serialismos y reproducción de obras de arte carentes de alma que se representan por medio de proyecciones digitales, esculturas hinchables, ediciones de camisetas y polípticos de aires comerciales. No todo es banal en la obra de este artista y aunque en la superficie reproduce con sus obras el mundo sintético de la cándida adolescencia, de la época de la educación sentimental, en el fondo representa también toda una reflexión sobre la vanitas, las mutaciones estéticas, el fin de la belleza y la futilidad de las modas pop.
Una de mis canciones favoritas es “Sweet dreams are made of this” del grupo Eurtihmics. Esta canción y otra referencia musical más genérica como “La juventud baila” han servido de título irónico y sarcástico a dos de las exposiciones de Pablo.


Cuando yo conocí a Pablo se apareció como una estrella del pop con hondos conocimientos de la cultura musical y underground desde los años ochenta. Siempre me fascinó que un chico supiese tantas cosas de la época en la que aún era un bebé.
Conoce la escena punk, techno, neorromántica, gótica y trans mejor que sus artistas más destacados. Si se habla de una canción conoce la letra, si se menciona un disco recuerda las personas en la carátula y se hace referencia a un desfile recuerda quien era la tercera modelo que salió en la segunda salida del minuto 20 del desfile. Es una enciclopedia, ¡no…digo mal!, es un MP4. Pues tiene la capacidad de reproducir en imágenes las informaciones que recibe de toda la revistofilia y bibliofilia y discofilia que maneja.
Cuando creó una escultura gigante e hinchable como un Michelin que llamó “USB invader”, se colocó en el ojo del huracán de toda la dialéctica de lo que se hace entorno a los ordenadores. El “USB invader” fue un éxito y además de presentar la monumental escultura en la exposición “Urbanitas” de Vigo, editó también varias T-shirts, chapas y salvapantallas para el teléfono móvil. Me fascinó toda la frescura con la que se planteaba por parte de Pablo la intelectualización de las obras que “son horror en el supermercado”. Pronto descubrí que en una faceta “walterbenjaminiana” el ideal creacional de Pablo era editar sus objetos de arte como si fueran unos productos de diseñador de lujo, unas fragancias de una gran casa de cosmética o una revista de mundos inalcanzables.


La idea de la moda de ver y ser visto, era retomada por Pablo cuando hacía una obra de arte en forma de camiseta y la editaba como si fuera una marca inexistente que haría las delicias de todos los consumistas. Los productos obras de arte de Pablo son y eran un oscuro objeto de deseo que cumplen el mismo juego de erotismo que un bolso de Chanel o una canción seleccionada por Lagerfeld, sus obras son todo y no son nada. Lo mismo que la moda, quizá no sea nada pero nadie se evade de sus mandatos.


La obra de Pablo produjo en mí el mismo efecto que una transfusión de sangre o una inhalación de oxígeno o la compra de un modelo de Mugler, era una obra vivificante. Desde que conocí sus ediciones, desde que editamos en conjunto unos polos con los invaders en color rosa imposible, una relación de histérica fascinación me une al universo hiper hiper de Pablo Pérez Sanmartín.


En muchas conversaciones intercambiamos novedades y cosas en “vogue”
Román.- Cual es tu actor favorito
Pablo.- La verdad es que no soy muy de actores. La vida es un escenario no? Decía la canción… (bueno, decía “tu vida es un escenario”, pero tras no sé cuantas ediciones de gran hermano yo creo que podemos permitirnos generalizar)


Los actores europeos tienen la mayor parte de las veces una necesidad extraña de parecer intelectuales. Los americanos están, en general, muchísimimo más desprejuiciados así que supongo que me gustan más. Son los que han creado en gran medida la cultura de la fama, y lo han hecho a través de la industria cinematográfica, aúnque ahora esa cultura haya ido por otros derroteros. Así que el actor norteamericano sabe que no va a salvar el mundo a través de su profesión ni nada que se le parezca (aúnque siempre hay algún despistado).
De gustarme, obviamente me gusta el actor icono, así en mayúsculas, un poco por deformación profesional y por las coordenadas en que se sitúa mi trabajo. Yo creo que River Phoenix podía sintetizar bien todo esto que trato de explicar. Es el James Dean que le ha tocado consumir a mi generación
R.-Donde te gusta bailar
P.-A mi me gusta bailar en la calle. Soy generación botellón. En la calle algunos nos lo bailamos todo. En general me gustan los espacios abiertos para ejercitar el baile. Tengo ahí un pasado raver que me ha pasado factura. Subestimamos el baile, pero exceptuando determinadas pautas de consumo es lo poco que queda de ritual en la sociedad contemporánea. En todo evento masivo de incitación al baile hay algo de atávico, por ridículo que parezca. Me acuerdo hace años de un festival de música hardcore/metal en Portugal. Era un evento semiclandestino, en medio del campo. Había llovido. Ni siquiera me acuerdo del grupo que tocaba. Era puro ruidismo. La gente comenzó a agitarse en masa, bailaban dando botes, como el clásico pogo, el baile punk por excelencia, y arrojándose los unos a los otros… Todo en medio de un lodazal… Parece algo caótico, pero había una sincronía colectiva que lograba transformar la escena en una especie de coreografía de violenta pura… Era una experiencia estética increíble, de las más intensas que he vivido. Yo soy un poco de ver los toros desde la barrera y de heavy tengo bastante bien poco, pero un amigo me invito a entrar al mogollón. Por suerte soy bastante sociópata también, así que no me costó nada empatizar con una manada de hermitaños sociópatas en trance (la cultura hardcore no es de socializar mucho). Hubo comunión con el grupo sin lenguaje de por medio, que todo lo fastidia... Como decía bailábamos sobre un lodazal, y cuando alguien resbalaba, una mano automáticamente te aupaba antes de llegar al suelo para continuar con el baile. Como he dicho ya yo no encajaba mucho con la estética. Llevaba puestos unos vaqueros y una camiseta negra con la leyenda “1984” en la pechera (el uniforme underground de quedar bien en cualquier situación sin mojarse mucho) Otro colega probó suerte también. Llevaba una camiseta con un parche de un grupo de E.B.M, que, supuestamente era una declaración de hostilidad hacia la estética musical del festival (los de la generación X tenemos esta cosa contestataria absurda en situaciones que no vienen al caso, de ahí salen auténticas obras de arte). Pues bien, no tuvo tanta suerte, nada más llegar donde nosotros un codo lanzado al aire casi le partió la nariz… Fue totalmente sin querer, pero supongo que esa actitud implícita en su camiseta le impidió compartir el estado de consciencia alterada colectiva que yo si viví… En fin, que me gustó mucho bailar en ese festival…
R.-cual es tu diseñador más molón
P.-Le presto bastante atención a la moda, pero más a la forma que tiene la gente de consumirla y a su relación con las marcas que a la individualidad de turno… Supongo que de nombrar a alguien el primero que me viene a la mente es Bernhard Willhelm. Es punk deconstruído, mezclado con dibujos animados y no sé cuantas cosas más. Viktor & rolf me gustan porque logran una especie de elegancia rara columpiándose en el alambre, y yo valoro mucho la elegancia porque soy un señor, o porque aspiro a serlo algún día, por mucho que me mueva en este universo en tecnicolor de Kidult
R.-Quien pincha mejor
P.-Yo pincho muy bien, aquí donde me ves, pero la gente no se ha dado cuenta porque me muevo por bares muy pequeños… Parece una tontería, pero me estreso mucho porque trato de agradar a todo el mundo haciendo valer mis gustos musicales y eso es un ejercicio de “psicología al plato” bastante fuerte. Por la noche somos todos bastante elementales, y siempre acaban triunfando aquellas canciones o bien con un beat muy marcado, o bien que ensalcen la amistad, el ligoteo y el consumo de estupefacientes. El dj estrella internacional es otra cosa. Se trata de una figura muy sintomática de la sociedad de consumo. Son una especie de ubermensch Nietzchianos aplicados al mundo de la farándula y las fiestas, pero que luego tienen un peso real en el mundo de la cultura siendo el ejemplo claro de la unión entre la industria de la cultura y del ocio que estamos viviendo (cuantos dj´s de reconocido prestigio son requeridos en instituciones y espacios de arte para amenizar presentaciones y performances como parte de la oferta cultural?). Por que ubermensch?: Por que si Nietzche hacía filosofía a martillazos ellos hacen música pasando por “la trituradora composiciones ajenas”. Son los nuevos músicos y también referentes de estilo para mucha gente. Su forma de trabajar basada en el corta & pega es también muy interesante como herramienta creativa…
R.-Donde se hace mejor la hamburguesa
P.-En mi pueblo en la Hamburguesería Ceibe, que no se a santo de qué tenía además un aire a lo dinner típico de Brookling tamizado por el feísmo de la España de los 70. Casi nada. En Madrid en Home Burguer si nos queremos poner exquisitos, pero me tendrías a mi todo el rato resoplando (una hamburguesería minimalista), en Peggy Sue si tenemos al lado, por poner un ejemplo a un Johnny Depp en Cry Baby, y en Friday´s si queremos algo que chorree grasa y haya que sujetar a dos manos. Se recomienda la ingestión con un batido de oreo…

R.- Cual es el acto que prefieres

P.-El acto de que índole?
R.-Moda o arte
P.-Las dos son dos industrias del lujo y el absurdo. La del arte es más malvada. La del arte me gusta más
R.-Joven o Carmen dell´Orefice
P.- What? Me preguntas sobre hamburguesas y luego esperas que esté a la altura de las circunstancias para responder esto?? ;)
R.-Gaultier?
P.-Gaultier obviemoslo…
R.- Un disco
P.-Muchísmos, pero en mp3, el disco es un soporte que se me hace raro ya. Y una canción que bien podría ser banda sonora de esta exposición que nos ocupa: “the devil´s dancers”, de Oppenheimer Analysis

R.-Un fetiche
P.-Tengo muchos. A veces me guía la certeza de que todo esto lo hago para, llegado el momento, juntarlo todo en una casa y hacer como la familia de “El séptimo continente” de Haneke: destruirlo de la manera más metódica y sistemática posible y hacer con ello la obra de mi vida.
Mi último fetiche? Una muñeca pinky, unas figuras de lolitas manga muy de moda entre las adolescentes japonesas. El set en concreto que me han regalado (si, la gente me regala estas cosas) tiene como tema el comienzo de las vacaciones e incluye una colegiala modosa con gafas de pasta y maletín, un cuerpo intercambiable en modo vacacional (faldita veraniega y chanclas) haciendo un corte de manga, y un recortable de 60 páginas con diferentes sets y escenografías para montar (la escuela, el campamento de verano…) me lo regaló alguien que vivió de cerca el proceso de producción de mi última serie, “we didn´t start the fire”, que incluye un libro de recortables también, y lo cierto es que ha dado en el clavo: la realidad supera a la ficción y vale solo 30€


R.-Que sentimiento es el amor
P.-El amor es algo que deja claro a los demás el tipo de persona que eres en función de tu manera de afrontarlo.


R.-Que sentimiento es el deseo
P.-El deseo es un picor temporal a menudo sobrevalorado. Lo verdaderamente peligroso es la líbido, que es la que está ahí a largo plazo guiándonos por donde a ella le da la gana.
Qué sería de los artistas si nos cortasen el acceso a la nuestra.


R.-Cual es tu lugar de vivir
P.-Ahora mismo Madrid. Nos llevamos muy bien, aunque tenemos una relación abierta…


R.-Cual tu lugar de vacaciones
P.-Ninguno por desgracia. Debo ser el único artista working class que queda en el negocio
R.-Un hombre icono.
P.-Se me ocurren 2 tipologías:
por un lado tenemos la reformulación de la figura de lo masculino que se ha orquestado desde el universo de la publicidad. Esta idea del hombre-muso. El pin-up finisecular. Un Tony Ward o un Francois Sagat . Después está esa concepción clásica de “El Hombre” y “su proyecto”, entendido a la manera renacentista. En España uno de los mejores ejemplos es Justo Gallego y su catedral en mejorada del campo, que a veces por anacrónica nos puede resultar kitsch… En teoría es un monumento a una instancia superior, pero en el fondo es un monumento a lo humano, al ser consecuente con uno mismo hasta el final, hasta lo cazurro, que es algo que muy poca gente practica hoy en día, en plena era del relativismo y de las tendencias (madre mía, parezco la inquisición) , y lo más importante: al ego masculino, que es así de enorme…
R.-Una mujer icono:
P.-Lara croft por ser la primera starlette y fantasía sexual poligonal de la historia (No quiero que se me acuse de misógino, la sociología tiene estas canalladas a veces…), y Nina Hagen por dinamitar al mismo tiempo los cánones de belleza tradicional a golpe de muecas y espasmos y los fundamentos básicos del bel canto… Una virtual y otra demasiado física, ya ves…
Pablo dixit.
Román Padín Otero