sábado, 11 de septiembre de 2010

El tiempo, las horas, ECG


El tiempo, las horas
Todo en nuestra existencia bascula sobre el tiempo. El inexorable movimiento sincopado de las agujas del reloj, sirve para medir los períodos de disfrute y también para ser castigo de premura, al recordarnos que todo es efímero, Tempus fugit, el tiempo se escapa, pero también se atesora. En el arte, hay una forma de expresión plástica que alcanza plenitud con el beneficio del paso del tiempo. Los jardines son la forma de creación que más agradece el paso del tiempo. Un huerto, una fraga, un estanque, son beneficiarios del paso del tiempo para alcanzar distintas cotas de hermosura. Las estaciones del año, una forma de temporalidad, producen la magia de los cambios de tonalidades y de floraciones en los jardines. Además la frondosidad e importancia del tamaño de las especies arbóreas, necesita sin duda de la inversión de los años, los lustros, las décadas... hasta alcanzar esos exotismos de árboles centenarios. El tiempo es caricia en el jardín.
En las relaciones sentimentales, ocurre lo semejante. El deseo es que permanezcan en el tiempo, que crezcan y cambien de tono con las estaciones. Sin embargo, pocas situaciones resultan más representativas de "la sociedad de la decepción", tal y como califica a nuestra época, el profesor Gilles Lipovetsky en uno de sus ensayos, que la futilidad y brevedad. La cortedad de las relaciones amatorias es tan grave que son bisoñas e instintivas. Aún no hemos empezado, cuando nos dejan. Apenas hemos descubierto cuando reprobamos. Explica el filósofo que la conducta sentimental actual, sigue un discurso semejante al de la moda. Con las estaciones cambia el amor como la moda, pero contrariamente al cambio en los jardines, donde el tiempo hace crecer, parece que en las relaciones sentimentales hipermodernas, el tiempo hace fenecer. El tiempo debería administrarse con metrónomo por los amantes para no perder el compás. Una canción pop del grupo Culture Club, declamaba eso mismo: time oh give time, cause time makes lovers feel that they´ve got something real" (...dame tiempo, pues el tiempo hace sentir a los amantes que tienen algo real). También en Romeo y Julieta de Prokofiev, una de las escenas axiales, marca un ritmo de tiempo que avanza, bajo el nombre de Danza de los caballeros, pasa el tictac en goce y drama de los dos amantes. O aún se conoce la danza de las horas, en la Gioconda de Ponchielli.
El arte de los jardines, del pop, del ballet, nos invita a seguir la senda del sostenimiento en cesura del tiempo para amar. El tiempo se escapa, pero como en la obra de Picasso, hay que agarrarlo por la cola y hacerlo dócil. Sin duda, la fogosidad del amor triunfa sobre el tiempo, conociéndose aún en la devastada actualidad historias de amor que gravitan sobre varias décadas. El tiempo, las horas de la voluntad.



Román Padín Otero