El hombre del siglo XXI, está siendo sujeto de grandes cambios, en esta postrimería de la primera década con dos milenios.
Una implacable incorporación en la apariencia e identidad masculna es la de la singularidad indivualista. Aparte de los grandes arquetipos de todos los tiempos como el cuerpo imaginario, el carácter viril, los apasionados y fatales, los honrados y respetables, los amigos particulares, los indolentes y deseados, los asexuados y perfectos, los ambíguos venéreos y las víctimas, aparecen en el siglo XXI "los cosmopolitas curiosos". Unos individuos que conocen el orden de las esferas mundial por vía directa, como un buscador de diamantes en el Congo o por vía indirecta como un viajero sin salir de su calesa, como el Des Esseintes de Huysmans.
El viajero en avión y el viajero en ciber mundo, tienen el saber curioso para acoplar lo más adecuado a su apariencia e identidad. Es una apariencia alejada de orientación sexual y cercana a la incorporación al universo viril de todos aquellos elementos que sirvan para enjaezar a la montura que es, el corcel macho.
El kilt, la falda, era el elemento que parecía siempre más alejado del aquetipo masculino. Hubo en la era moderna, desde siglos atrás el kilt en el vesturario masculino regional irlandés, pero no estaba su uso generalizado a otros universos culturales.
Tras un siglo XIX de diálogo con uniformes, ropas civiles negras y ropas protocolarias de ricos materiales, en el XX se empezó a dialogar con otras fuentes de inspiración, sobre todo del armario de las Islas de Britannia. Los tweeds y los colores del campo inglés para el día y la chaqueta de fumar en materiales lujosos para la noche se impusieron, pero nunca se recurría al kilt.
Entre tanta dualidad, a principios de los años ochenta, un diseñador Jean Paul Gaultier, introdujo un hombre avant la lèttre, con ropa interior de encaje, escotes palabra de honor, espaldas al aire, paillettes y faldas o kilts recuperadas del armario tradicional del país de la Wally.
Gaultier rescató dos arquetipos de virilidad de nicho y los fusionó en una nueva silueta, el "gaultierotte". La camiseta de marino querelleiano y la kilt de conquistador de los lands, se uneron en una recreación para población underground de todo el mundo. La colección de 1985 "Et Dieu créa l´Homme", recogía el new garçon.
Esa moda dentro de la moda, había sido prologomenada por los punks en Londres y por Vivienne Westwood, en diversas colecciones en los setenta últimos y los ochenta. Y se siguió por algunos como Gene Cabaleiro, Yohji Yamamoto y ya en el siglo XXI fue rescatada por Hedi Slimane para Dior.
A mediados de la primera década de los 2000 una exposición en Madrid recogía los "Hombres en Falda", una apuesta un poco homoerótica y ligera del hombre con un estilismo diverso.
El golpe de efecto llegó con Marc Jacobs en torno al 2009, quien tras pasar por una dieta y training de recuperación de masa muscular, ha decidido vestirse como un "macho fucker" y llevar falda, kilt, doctor martins y muñequeras con tatuajes y barba de dos días.
No es baladí la influencia de este creador de tendencias y genial empresario y estilista. En su boutique M se vende una kilt tres cuartos de franela gris con herrajes de cuero. Y en la colección de H&M para el verano 2010 aparece un hombre con falda.
Tras un pregrinaje de invierno, el new kilt aparece en una cadena de tiendas de gran consumo lista para ser elemento del armario del "cosmpolita curioso".
Román Padín