Los lugares del arte
La ciudad no es solamente el lugar donde ocurre el diálogo de la moda, donde nos enseñamos, compramos y vendemos, sino que en ella encuentran también inspiración para su trabajo, numerosos artistas desde la época de las vanguardias.
En las urbes es donde podemos ver y ser vistos, en los centros de calles concurridas es donde podemos dejarnos llevar por pasiones evanescentes, admirar escaparates o sorprendernos con las gentes de diversos orígenes allí concurridas.
Todas las posibilidades que la ciudad nos ofrece, todas las bondades de un sistema social como el nuestro apoyado en el circuito de la moda, provocan también disfunciones.
La mayor de las peculiaridades negativas de la ciudad es la soledad.
Sobre la reinterpretación de la vida en solitario, del viaje, del tránsito, sobre el camino a ninguna parte inherente a la existencia en la ciudad actual tratan las obras seleccionadas por el Marco, Museo de Arte Contemporánea de Vigo, en la exposición En cualquier lugar, en ningún lugar.
La muestra colectiva aborda las diversas percepciones que tenemos de los lugares urbanos. Charles Baudelaire en su poema titulado A una transeúnte, describe el amor efímero entre desconocidos que se ven sin conocerse en la calle de la ciudad. El poeta está solo y al caminar afirma, "La calle ensordecedora alrededor mío aullaba". Esa ciudad contemporánea fría, subrayada por la soledad, pero llena de posibilidades es una de las sugestivas visiones de algunos de los artistas presentes en la exposición olívica. Las fotografías de arquitecturas firmadas por Francesco Jodice o los retratos de arquetipos humanos de Philip-Lorca Dicorcia, bien podrían ser modos de esa lectura anónima de la metrópoli.
Otra gran conocedora de lo que es la ciudad y en concreto, de lo que es París, era Edith Piaf. Y si la cantante conocía especialmente bien las rutas por algunas calles, esas eran las del amor? o el desamor. Ella convirtió en himno la canción La foule, en ella dos desconocidos se ven enamorados fugazmente, envueltos por la gente en un baile. Son arrastrados en un loco vals circunstancial que termina igual que empezó, accidentalmente separándolos. El desconsuelo de la canción es absoluto, tanto como el gozo que produjo el encuentro. Los amantes incidentales se encontraban en cualquier lugar, ninguna ciudad, que es otro de los leitmotivs de esta exposición. Entre otras obras expuestas podrían ilustrar este argumento, las fotografías de paisajes firmados por Edward Ruscha en cualquier lugar cálido. Las frías fotografías de bibliotecas firmadas por Cándida Höfer o la cinta París, Texas, de Wim Wenders, en la que se preguntan, "¿te importaría decirme hacia dónde te diriges? ¿Qué hay allí a lo lejos?... No hay nada".
Tiempo, lugar y memoria aparecen representados por esta selección de fotografías, vídeos y films en una exposición que no retrata ningún sitio, si no que recoge los ventrículos del corazón de un individuo, hombre modal, del siglo XXI.
En las urbes es donde podemos ver y ser vistos, en los centros de calles concurridas es donde podemos dejarnos llevar por pasiones evanescentes, admirar escaparates o sorprendernos con las gentes de diversos orígenes allí concurridas.
Todas las posibilidades que la ciudad nos ofrece, todas las bondades de un sistema social como el nuestro apoyado en el circuito de la moda, provocan también disfunciones.
La mayor de las peculiaridades negativas de la ciudad es la soledad.
Sobre la reinterpretación de la vida en solitario, del viaje, del tránsito, sobre el camino a ninguna parte inherente a la existencia en la ciudad actual tratan las obras seleccionadas por el Marco, Museo de Arte Contemporánea de Vigo, en la exposición En cualquier lugar, en ningún lugar.
La muestra colectiva aborda las diversas percepciones que tenemos de los lugares urbanos. Charles Baudelaire en su poema titulado A una transeúnte, describe el amor efímero entre desconocidos que se ven sin conocerse en la calle de la ciudad. El poeta está solo y al caminar afirma, "La calle ensordecedora alrededor mío aullaba". Esa ciudad contemporánea fría, subrayada por la soledad, pero llena de posibilidades es una de las sugestivas visiones de algunos de los artistas presentes en la exposición olívica. Las fotografías de arquitecturas firmadas por Francesco Jodice o los retratos de arquetipos humanos de Philip-Lorca Dicorcia, bien podrían ser modos de esa lectura anónima de la metrópoli.
Otra gran conocedora de lo que es la ciudad y en concreto, de lo que es París, era Edith Piaf. Y si la cantante conocía especialmente bien las rutas por algunas calles, esas eran las del amor? o el desamor. Ella convirtió en himno la canción La foule, en ella dos desconocidos se ven enamorados fugazmente, envueltos por la gente en un baile. Son arrastrados en un loco vals circunstancial que termina igual que empezó, accidentalmente separándolos. El desconsuelo de la canción es absoluto, tanto como el gozo que produjo el encuentro. Los amantes incidentales se encontraban en cualquier lugar, ninguna ciudad, que es otro de los leitmotivs de esta exposición. Entre otras obras expuestas podrían ilustrar este argumento, las fotografías de paisajes firmados por Edward Ruscha en cualquier lugar cálido. Las frías fotografías de bibliotecas firmadas por Cándida Höfer o la cinta París, Texas, de Wim Wenders, en la que se preguntan, "¿te importaría decirme hacia dónde te diriges? ¿Qué hay allí a lo lejos?... No hay nada".
Tiempo, lugar y memoria aparecen representados por esta selección de fotografías, vídeos y films en una exposición que no retrata ningún sitio, si no que recoge los ventrículos del corazón de un individuo, hombre modal, del siglo XXI.
Román Padín
I´ve publicado este artículo sobre la expo del Marco en el correo gallego to-day 14 marzo 09; pics de Jodice y Lorca diCorcia