No discipline
El Centre Georges Pompidou de París dedica al diseñador y arquitecto Ron Arad, una gran exposición retrospectiva que agrupa sus objetos de mobiliario, imágenes, bocetos y creaciones de espacios desde hace casi tres décadas.
El diseñador de muebles nacido en Tel Aviv y residente en Londres comenzó a tener una notoria presencia en el medio transnacional del mobiliario contemporáneo en los años ochenta. Tras formarse en la escuela de Bellas Artes de Jerusalem y en la Architectural Association School de la capital británica se estableció en el Reino Unido desde el año 1973.
En su tienda taller One-Off localizada en el Covent Garden londinense investigó en las formas deconstruídas y creó diseños de estética industrial, reelaborando piezas mecanicistas como partes de automóviles. Su estética neoindustrial de la época es coincidente con el gusto por el look clohard en la moda, de la mano por ejemplo de Marithé et François Girbaud. En arquitectura son reconocibles como iconos de la época los edificios de materiales yuxtapuestos de Frank O. Gehry. En música la época escucha el techno mezclado con ska y el punk gótico de grupos como Culture Club y Siouxsie and the Banshees. En ese escenario los muebles de Ron Arad hechos a partir de respaldos de automóviles o el tocadiscos hecho con estructuras de cemento y cables al aire, parecen un signo de los tiempos.
Una de las líneas de trabajo del diseñador fueron los muebles de formas redondeadas y estética ameboidal realizados con vocación escultórica en materiales como el acero que exhibían acabados “en proceso”.
A partir de estos objetos de mobiliario ha ido desarrollando el discurso personal que le ha garantizado una línea de creación destacada dentro del panorama contemporáneo de los muebles, la arquitectura y el interiorismo.
Las formas de arquitectura seminal expresionista y organicista y la escultura en préstamo de unos tardíos Le Corbusier o Calder, desarrolladas por ron Arad en sus inicios, se fue mutando progresivamente en unas citas inteligentes a las formas de Pascal Mourgue, Arne Jacobsen o Joe Colombo. Así desde sus muebles pesados de metal con formas redondeadas se desarrollaron sus creaciones mullidas y forradas de formas como riñones, amebas y bean bags revisitadas que conforman su estilo más celebrado. El sofá Big Easy con Vitra o la lámpara Pizza Kobra con IGuzzini son ejemplos del lenguaje high tech de este creador en la actualidad.
En la exposición se hace un recorrido, que recuerda a su estantería Worm, por sus creaciones más singulares, un universo de referencia.
Román Padín Otero
El Centre Georges Pompidou de París dedica al diseñador y arquitecto Ron Arad, una gran exposición retrospectiva que agrupa sus objetos de mobiliario, imágenes, bocetos y creaciones de espacios desde hace casi tres décadas.
El diseñador de muebles nacido en Tel Aviv y residente en Londres comenzó a tener una notoria presencia en el medio transnacional del mobiliario contemporáneo en los años ochenta. Tras formarse en la escuela de Bellas Artes de Jerusalem y en la Architectural Association School de la capital británica se estableció en el Reino Unido desde el año 1973.
En su tienda taller One-Off localizada en el Covent Garden londinense investigó en las formas deconstruídas y creó diseños de estética industrial, reelaborando piezas mecanicistas como partes de automóviles. Su estética neoindustrial de la época es coincidente con el gusto por el look clohard en la moda, de la mano por ejemplo de Marithé et François Girbaud. En arquitectura son reconocibles como iconos de la época los edificios de materiales yuxtapuestos de Frank O. Gehry. En música la época escucha el techno mezclado con ska y el punk gótico de grupos como Culture Club y Siouxsie and the Banshees. En ese escenario los muebles de Ron Arad hechos a partir de respaldos de automóviles o el tocadiscos hecho con estructuras de cemento y cables al aire, parecen un signo de los tiempos.
Una de las líneas de trabajo del diseñador fueron los muebles de formas redondeadas y estética ameboidal realizados con vocación escultórica en materiales como el acero que exhibían acabados “en proceso”.
A partir de estos objetos de mobiliario ha ido desarrollando el discurso personal que le ha garantizado una línea de creación destacada dentro del panorama contemporáneo de los muebles, la arquitectura y el interiorismo.
Las formas de arquitectura seminal expresionista y organicista y la escultura en préstamo de unos tardíos Le Corbusier o Calder, desarrolladas por ron Arad en sus inicios, se fue mutando progresivamente en unas citas inteligentes a las formas de Pascal Mourgue, Arne Jacobsen o Joe Colombo. Así desde sus muebles pesados de metal con formas redondeadas se desarrollaron sus creaciones mullidas y forradas de formas como riñones, amebas y bean bags revisitadas que conforman su estilo más celebrado. El sofá Big Easy con Vitra o la lámpara Pizza Kobra con IGuzzini son ejemplos del lenguaje high tech de este creador en la actualidad.
En la exposición se hace un recorrido, que recuerda a su estantería Worm, por sus creaciones más singulares, un universo de referencia.
Román Padín Otero
Bajo el imperio de las crinolinas
El Palais Galliera de París dedica la exposición “Sous l´empire des crinolines” a la moda en la época de Napoleón III y Eugenia de Montijo, el II Imperio francés.
En los apenas veinte años de gobierno de Napoleón III y Eugénie, entre 1852 y 1870, se produjo el nacimiento del sistema de la moda. Antes de esa época había comercio de materiales textiles lujosos que servían para presentarse con “decoro” en la Corte y en la vida social. Los estilos tomaban su nombre de los monarcas que los imponían, se conocía el estilo en negro de la Corte española de los Austrias, el estilo Luís XIV con lazos y plumas o aún el breve pero rotundo estilo Napoleón I inspirado en la antigüedad clásica que se olvidaría en torno a 1821 con la deposición y muerte de Bonaparte.
Tres décadas después, Napoleón III, sobrino del depuesto gobernante toma el control de la política francesa, erigiéndose en nuevo emperador.
Con el II Imperio nace una nueva moda, “la etiqueta” bascula sobre los tres pilares del contemporáneo sistema de la moda, el couturier, la musa, el retrato y su difusión.
En esa época aparece el primer couturier de la historia que es Charles Frederick Worth, a quien todos consideran un artista, siguiendo sus dictados al pie de la letra. Es también la época del desarrollo de los grandes almacenes como Au bon marche y Au printemps.
El segundo pilar de la dialéctica de la moda que aparece en este momento histórico es el de la musa o el modelo. El París reurbanizado por Haussman deviene en escenario ecléctico donde lucir la moda de los creadores y la emperatriz Eugenia es la primera musa de la época. Su efigie idealizada retratada por el pintor Francisco Xavier Winterhalter es difundida por grabados en feuilletons y revistas convirtiéndose en el referente de la época.
En la exposición de Palais Galliera se recrea un salón de baile con la emperatriz Eugenia y la princesa Mathilde en compañía de otras damas y caballeros. Ellas llevan las faldas de crinolinas, esas campanas de tela soportadas sobre estructura de crin de caballo que alcanzaban 180 cms de diámetro y que son el estilo de la época. Colores como el rosa palo, el violeta desvaído y el azul nublado, son los preferidos de las damas. Mientras que el negro es el color de los caballeros, junto a los uniformes militares ornados de jarretas luminosas, botonaduras y galones dorados.
Son las postrimerías del “fashion system” desde las violetas imperiales.
Román Padín Otero
El Palais Galliera de París dedica la exposición “Sous l´empire des crinolines” a la moda en la época de Napoleón III y Eugenia de Montijo, el II Imperio francés.
En los apenas veinte años de gobierno de Napoleón III y Eugénie, entre 1852 y 1870, se produjo el nacimiento del sistema de la moda. Antes de esa época había comercio de materiales textiles lujosos que servían para presentarse con “decoro” en la Corte y en la vida social. Los estilos tomaban su nombre de los monarcas que los imponían, se conocía el estilo en negro de la Corte española de los Austrias, el estilo Luís XIV con lazos y plumas o aún el breve pero rotundo estilo Napoleón I inspirado en la antigüedad clásica que se olvidaría en torno a 1821 con la deposición y muerte de Bonaparte.
Tres décadas después, Napoleón III, sobrino del depuesto gobernante toma el control de la política francesa, erigiéndose en nuevo emperador.
Con el II Imperio nace una nueva moda, “la etiqueta” bascula sobre los tres pilares del contemporáneo sistema de la moda, el couturier, la musa, el retrato y su difusión.
En esa época aparece el primer couturier de la historia que es Charles Frederick Worth, a quien todos consideran un artista, siguiendo sus dictados al pie de la letra. Es también la época del desarrollo de los grandes almacenes como Au bon marche y Au printemps.
El segundo pilar de la dialéctica de la moda que aparece en este momento histórico es el de la musa o el modelo. El París reurbanizado por Haussman deviene en escenario ecléctico donde lucir la moda de los creadores y la emperatriz Eugenia es la primera musa de la época. Su efigie idealizada retratada por el pintor Francisco Xavier Winterhalter es difundida por grabados en feuilletons y revistas convirtiéndose en el referente de la época.
En la exposición de Palais Galliera se recrea un salón de baile con la emperatriz Eugenia y la princesa Mathilde en compañía de otras damas y caballeros. Ellas llevan las faldas de crinolinas, esas campanas de tela soportadas sobre estructura de crin de caballo que alcanzaban 180 cms de diámetro y que son el estilo de la época. Colores como el rosa palo, el violeta desvaído y el azul nublado, son los preferidos de las damas. Mientras que el negro es el color de los caballeros, junto a los uniformes militares ornados de jarretas luminosas, botonaduras y galones dorados.
Son las postrimerías del “fashion system” desde las violetas imperiales.
Román Padín Otero
Elio Berhanyer, cincuenta años de moda
La exposición retrospectiva dedicada al modisto Elio Berhanyer en el madrileño Museo del Traje propone un tránsito por el universo plástico de este cordobés universal para celebrar sus cincuenta años de profesión.
Esta pasarela figurada de varias décadas gravita sobre el equilibrio entre la estética de lo español y las visiones de la escena internacional. Varias son las fuentes de inspiración del modisto. El arte, la música y Bach, la literatura con Proust y sobre todo la alegría de vivir o “joie de vivre” son los ámbitos de los que bebe el creador.
Como overtura a la exposición, una imagen del tapiz de Charles Le Brun en el que se representa el saludo entre Luís XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes. Es el encuentro entre el blanco y negro de la Corte española con la opulencia colorista del séquito francés. Es la metáfora de los recuerdos del blanco y negro de la infancia andaluza del creador con la colorista moda internacional.
La carrera de Elio Berhanyer arranca a finales de los cincuenta haciendo exitosos estilismos, diseñando sombreros con materiales escultóricos y presentando por el devenir de las cosas, trajes para damas en un salón de estética de Madrid. La marquesa de Llanzol, una elegante de la época, le encarga un sastre clásico que él subraya con el acento de las mangas al bies, luego el apoyo de amigos le permite abrir salón en un palacete de la calle Ayala y los hitos se suceden. Viste a la sociedad española, hace incursión en el mercado americano, recibe homenajes, editoriales de revistas especializadas e innova sin cesar.
En sus desfiles las maniquís son señoritas de la buena sociedad, emplea música de fondo, anuncia los modelos por altavoces, proyecta imágenes como décor y entre el público hay muchos caballeros.
Cuando el sector de la costura en España tuvo su estertor por los cambios del 68 y la nueva fiscalidad del lujo, Elio Berhanyer trasladó ese universo suyo de costura basado en la geometría Le Corbusier del día y la levedad canoviana de la noche, a la ropa de prêt à porter.
Sus trajes con pespuntes, conjuntos monocromos con botones redondos como huevos, estampados ópticos y volúmenes arquitectónicos se trasladaron a la producción con la manufactura de Ceppi.
En esos años y por tres veces consecutivas viste al personal de Iberia. El eterno traje azul de las azafatas con dibujo en la pechera y gorro sobre variaciones del bobby inglés forma parte de la iconografía del diseño español del siglo XX. El epítome de un diseñador de la época en que las señoras vestían pieles e iban a arreglarse el pelo para volar, es crear el vestuario de vuelo de sus azafatas, ese es Elio Berhanyer.
Actualmente sus colecciones en Cibeles encierran el duende andaluz del creador, explica él mismo que es muy distinta la costura donde los materiales y los bordados son exquisitos, que el listo para llevar, donde se depende de la economía de costes. En ambos ámbitos, el estilo Berhanyer viste una época y es el tiempo recobrado de la moda española.
Las flores dilectas de Berhanyer son un bouquet de estética visionaria y exquisita. De todo ello da buena cuenta esta impecable exposición en la que descubrimos algunos de sus modelos más rutilantes como trajes bordados con geometrías. Sastres con botones dorados y aires del mar. Vestidos cuajados de lentejuelas verdes y joyas desarrolladas a partir de los azulejos de la Alhambra. En la visita unos marcos negros dan visiones que parecen extraídas de un reflejo abstraído de la obra de Velázquez. Esta muestra es ejemplo de una de esas ocasiones en las que una instalación expositiva dialoga en perfecta armonía con el universo personal del creador al que se homenajea. La moda de España con mayúsculas.
Román Padín Otero
La exposición retrospectiva dedicada al modisto Elio Berhanyer en el madrileño Museo del Traje propone un tránsito por el universo plástico de este cordobés universal para celebrar sus cincuenta años de profesión.
Esta pasarela figurada de varias décadas gravita sobre el equilibrio entre la estética de lo español y las visiones de la escena internacional. Varias son las fuentes de inspiración del modisto. El arte, la música y Bach, la literatura con Proust y sobre todo la alegría de vivir o “joie de vivre” son los ámbitos de los que bebe el creador.
Como overtura a la exposición, una imagen del tapiz de Charles Le Brun en el que se representa el saludo entre Luís XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes. Es el encuentro entre el blanco y negro de la Corte española con la opulencia colorista del séquito francés. Es la metáfora de los recuerdos del blanco y negro de la infancia andaluza del creador con la colorista moda internacional.
La carrera de Elio Berhanyer arranca a finales de los cincuenta haciendo exitosos estilismos, diseñando sombreros con materiales escultóricos y presentando por el devenir de las cosas, trajes para damas en un salón de estética de Madrid. La marquesa de Llanzol, una elegante de la época, le encarga un sastre clásico que él subraya con el acento de las mangas al bies, luego el apoyo de amigos le permite abrir salón en un palacete de la calle Ayala y los hitos se suceden. Viste a la sociedad española, hace incursión en el mercado americano, recibe homenajes, editoriales de revistas especializadas e innova sin cesar.
En sus desfiles las maniquís son señoritas de la buena sociedad, emplea música de fondo, anuncia los modelos por altavoces, proyecta imágenes como décor y entre el público hay muchos caballeros.
Cuando el sector de la costura en España tuvo su estertor por los cambios del 68 y la nueva fiscalidad del lujo, Elio Berhanyer trasladó ese universo suyo de costura basado en la geometría Le Corbusier del día y la levedad canoviana de la noche, a la ropa de prêt à porter.
Sus trajes con pespuntes, conjuntos monocromos con botones redondos como huevos, estampados ópticos y volúmenes arquitectónicos se trasladaron a la producción con la manufactura de Ceppi.
En esos años y por tres veces consecutivas viste al personal de Iberia. El eterno traje azul de las azafatas con dibujo en la pechera y gorro sobre variaciones del bobby inglés forma parte de la iconografía del diseño español del siglo XX. El epítome de un diseñador de la época en que las señoras vestían pieles e iban a arreglarse el pelo para volar, es crear el vestuario de vuelo de sus azafatas, ese es Elio Berhanyer.
Actualmente sus colecciones en Cibeles encierran el duende andaluz del creador, explica él mismo que es muy distinta la costura donde los materiales y los bordados son exquisitos, que el listo para llevar, donde se depende de la economía de costes. En ambos ámbitos, el estilo Berhanyer viste una época y es el tiempo recobrado de la moda española.
Las flores dilectas de Berhanyer son un bouquet de estética visionaria y exquisita. De todo ello da buena cuenta esta impecable exposición en la que descubrimos algunos de sus modelos más rutilantes como trajes bordados con geometrías. Sastres con botones dorados y aires del mar. Vestidos cuajados de lentejuelas verdes y joyas desarrolladas a partir de los azulejos de la Alhambra. En la visita unos marcos negros dan visiones que parecen extraídas de un reflejo abstraído de la obra de Velázquez. Esta muestra es ejemplo de una de esas ocasiones en las que una instalación expositiva dialoga en perfecta armonía con el universo personal del creador al que se homenajea. La moda de España con mayúsculas.
Román Padín Otero
He publicado tres artículos sobre Ron Arad, la moda Napoleón III y Elio Berhanyer, en el número 25 de ARTNOTES. Román