COSAS DEL SURREALISMO
Román Padín
El Museo Guggenheim de Bilbao presenta hasta el siete de septiembre una exposición en torno al surrealismo.
La novedosa muestra ordena de una forma nunca vista antes la relación con el mercado y las artes aplicadas de los objetos creados por el movimiento a cuya cabeza se entronizó André Bretón. Es la primera vez que se hace una clasificación de las postrimerías del arte de Dalí y sus coetáneos en rela- ción con soportes como la moda, el diseño de interiores, la publicidad, el teatro, el balé y el cine.
La sección que se dedica a la influencia del surrealismo en el arte del vestido es muy interesante. En la sala del museo, la decoración se estructura alrededor de la célebre jaula que Jean Michel Frank creó para la boutique de la diseñadora Elsa Schiaparelli en la Place Vêndome. Junto a ella encontramos los frascos de perfumes diseñados por Leonor Fini o Salvador Dalí para la modista. Le roi soleil es una escultura de olor creada por el genio español que junto a la colonia Snuff, un perfume de caballero con forma de pipa, comparte la historia mercantil de la visionaria modista y los talentos de la vanguardia.
Hay vestidos de noche como el desagarrado y el esqueleto firmados por Schiap, a quien Chanel llamaba con ánimo despectivo la italiana, pues era una competidora desafiante en la época. Junto a esos trajes vemos una magnífica colección de joyas creadas por Dalí y otros artistas. Destaca su broche estrella de mar, una ensoñación de tamaño imposible realizada en piedras preciosas y perlas.
La creatividad del surrealismo encontró en la moda a la compañera perfecta. En un momento de entre guerras cuando se necesitaba fantasía y un poco de locura, las propuestas de los surrealistas para cambiar el mundo por medio del arte tuvieron en la alta moda al vehículo difusor idóneo. Los salones del Ritz en la época y el Faubourg Saint Honoré se llenaron de damas con sombreros en forma de zapato y zapatos hechos de pelo de mono. La recreación del mundo del revés a través de los sueños.
Fantástica es también la sección de la exposición que se dedica al mobiliario y los interiores de diseño surrealista. Entre muebles de Piero Fornasetti que representan arquitecturas de Palladio revisitadas y juegos de café diseñados por Dalí, destaca la decoración del interior del primer proyecto realizado en París por el arquitecto Le Corbusier.
Se trata del apartamento en los Campos Elíseos del millonario y mundano Charles de Beistegui. El señor de Groussay, nombre de una de sus casas en la campiña, fue un impenitente aficionado a la decoración y realizó a lo largo de su vida en los años centrales del siglo XX, las casas más increíbles que nunca se hubieron soñado. La primera de ellas fue un ático construido por Le Corbusier sobre un edificio haussmaniano en los Campos Elíseos. Las líneas puras del estilo racional del arquitecto se evidencian en la filmación que se presenta en la exposición de este interior ya desaparecido. Como el gusto de Beistegui era opulente, decidió disfrazar la arquitectura de Le Corbusier y sobre sus líneas puras puso muebles Luís XVI, lámparas barrocas de cristal de Murano, hachones venecianos sosteniendo antorchas y alfombras de diseño Louis Philippe. La fantasía no acabó ahí, sino que la terraza del piso se cubrió de césped natural y sobre ella se instaló un frente de chimenea de mármol en estilo imperio, sofás rococó, lampadarios de cristal y marcos encuadrando los monumentos como la torre Eiffel o el Arco de l´Etoile que se veían desde el piso. Nunca la realidad superó a la ficción de modo semejante y esta es la primera vez que se ve el film del legendario apartamento.
En otras secciones de la exposición encontramos por- tadas de Vogue, cuadros fantásticos de Emilio Terry y Magritte, muebles diseñados por Meret Oppenheim y otras fantasías que es mejor no desvelar, sino visitar.
El surrealismo sigue vigente pues fue un movimiento que combina en perfecto equilibrio una revolucionaria base teorética con una calidad formal insuperable de sus obras más emblemáticas, algo de lo que carece a todas luces el arte contemporáneo más ensalzado por publicaciones y museos de sectario conceptualismo.
¡Cuidado con el mensajero!
La novedosa muestra ordena de una forma nunca vista antes la relación con el mercado y las artes aplicadas de los objetos creados por el movimiento a cuya cabeza se entronizó André Bretón. Es la primera vez que se hace una clasificación de las postrimerías del arte de Dalí y sus coetáneos en rela- ción con soportes como la moda, el diseño de interiores, la publicidad, el teatro, el balé y el cine.
La sección que se dedica a la influencia del surrealismo en el arte del vestido es muy interesante. En la sala del museo, la decoración se estructura alrededor de la célebre jaula que Jean Michel Frank creó para la boutique de la diseñadora Elsa Schiaparelli en la Place Vêndome. Junto a ella encontramos los frascos de perfumes diseñados por Leonor Fini o Salvador Dalí para la modista. Le roi soleil es una escultura de olor creada por el genio español que junto a la colonia Snuff, un perfume de caballero con forma de pipa, comparte la historia mercantil de la visionaria modista y los talentos de la vanguardia.
Hay vestidos de noche como el desagarrado y el esqueleto firmados por Schiap, a quien Chanel llamaba con ánimo despectivo la italiana, pues era una competidora desafiante en la época. Junto a esos trajes vemos una magnífica colección de joyas creadas por Dalí y otros artistas. Destaca su broche estrella de mar, una ensoñación de tamaño imposible realizada en piedras preciosas y perlas.
La creatividad del surrealismo encontró en la moda a la compañera perfecta. En un momento de entre guerras cuando se necesitaba fantasía y un poco de locura, las propuestas de los surrealistas para cambiar el mundo por medio del arte tuvieron en la alta moda al vehículo difusor idóneo. Los salones del Ritz en la época y el Faubourg Saint Honoré se llenaron de damas con sombreros en forma de zapato y zapatos hechos de pelo de mono. La recreación del mundo del revés a través de los sueños.
Fantástica es también la sección de la exposición que se dedica al mobiliario y los interiores de diseño surrealista. Entre muebles de Piero Fornasetti que representan arquitecturas de Palladio revisitadas y juegos de café diseñados por Dalí, destaca la decoración del interior del primer proyecto realizado en París por el arquitecto Le Corbusier.
Se trata del apartamento en los Campos Elíseos del millonario y mundano Charles de Beistegui. El señor de Groussay, nombre de una de sus casas en la campiña, fue un impenitente aficionado a la decoración y realizó a lo largo de su vida en los años centrales del siglo XX, las casas más increíbles que nunca se hubieron soñado. La primera de ellas fue un ático construido por Le Corbusier sobre un edificio haussmaniano en los Campos Elíseos. Las líneas puras del estilo racional del arquitecto se evidencian en la filmación que se presenta en la exposición de este interior ya desaparecido. Como el gusto de Beistegui era opulente, decidió disfrazar la arquitectura de Le Corbusier y sobre sus líneas puras puso muebles Luís XVI, lámparas barrocas de cristal de Murano, hachones venecianos sosteniendo antorchas y alfombras de diseño Louis Philippe. La fantasía no acabó ahí, sino que la terraza del piso se cubrió de césped natural y sobre ella se instaló un frente de chimenea de mármol en estilo imperio, sofás rococó, lampadarios de cristal y marcos encuadrando los monumentos como la torre Eiffel o el Arco de l´Etoile que se veían desde el piso. Nunca la realidad superó a la ficción de modo semejante y esta es la primera vez que se ve el film del legendario apartamento.
En otras secciones de la exposición encontramos por- tadas de Vogue, cuadros fantásticos de Emilio Terry y Magritte, muebles diseñados por Meret Oppenheim y otras fantasías que es mejor no desvelar, sino visitar.
El surrealismo sigue vigente pues fue un movimiento que combina en perfecto equilibrio una revolucionaria base teorética con una calidad formal insuperable de sus obras más emblemáticas, algo de lo que carece a todas luces el arte contemporáneo más ensalzado por publicaciones y museos de sectario conceptualismo.
¡Cuidado con el mensajero!
Publicado en el correo gallego, desde Bilbao aprés le déluge we had dinner at José Bouzas in Santiago while surrealism reigned au musée Guggenheim