sábado, 13 de septiembre de 2008

De museos y restaurants



De algunos restaurantes y sus museos
Román Padín Otero
El museo en el presente siglo es el ágora de reunión empleada con carácter general por todo el mundo en las ciudades grandes o pequeñas a ambos lados del Atlántico. Ya no son las instituciones dedicadas al arte, inmóviles almacenes de viejas arqueologías llenas de polvo y deficientemente iluminadas. El centro de arte actual es un compendio de actividades que abarcan desde los conciertos y las proyecciones de filmes, hasta las tiendas librería de objetos curiosos y los restaurantes con sus cafeterías. En medio quedan las exposiciones temporales y la exhibición de colecciones permanentes. La realidad es que en los grandes museos se albergan hoy no solo espléndidos objetos de arte sino que también entre sus muros están algunos de los más interesantes establecimientos de hostelería de las ciudades.
En París, en el último piso del Centro Georges Pompidou, hay un restaurante llamado Georges que merece la pena visitar siempre que se viaje a la ciudad de la luz. La decoración es diáfana, el cielo de París y sus tejados sirven de telón de fondo sostenido por los vitrales high tech del edificio de Renzo Piano y Richard Rogers. Se ve la torre Eiffel, Nôtre Dame y el Sagrado Corazón. La comida es excelente y el ambiente espléndido.
Los mismos hosteleros, los hermanos Costes, ­aquellos creadores visionarios de la cafetería de diseñador en los años ochenta, tienen el Georges y el Marly. En el ala ­homónima del Louvre se ­puede cenar o comer mirando el gran Carrousel y la ­pirámide de Ming Pei.
Hay un pequeño museo en París, llamado Jacquemart-­André, dedicado a las artes decorativas del siglo XVIII, que tiene un restaurante decorado como una bombonera que atrae, ¡más público que el propio museo! El brunch los domingos es excelente.
No sólo París vale un restaurante de museo. En Madrid en el recientemente inaugurado Caixa Forum hay un restaurante en el último piso que es soberbio. La decoración es contemporánea y la carta es accesible a todos los bolsillos. En el Prado la ampliación de Moneo, ha dotado al edificio de una cafetería fantástica junto a la librería y el gran arco de las musas.
En Roma es recomendable el café de la Galeria Nazionale d´Arte Moderna. En un ambiente fin de siécle se toman las mejores tartas. En Berlin, es fantástico el bar restaurante del Hamburguer Bahnhof, el museo que alberga todo el expresionismo salvaje alemán y una fantástica sala dedicada a Cy Twombly, ofrece además las mejores tartas de ciruelas y el codillo más suculento. En Oporto, el restaurante de Serralves tiene vistas preciosas al parque y el buffet es inmejorable. En todos estos cafés de museo se reúnen nacionales y visitantes extranjeros de modo habitual. En Galicia, en algunos centros de arte contemporáneo hay espléndidos cafés. En el Marco de Vigo, la visita es obligada no solo a las salas de excelentes exposiciones colectivas, sino que también el menú del día del restaurante del museo es de lo mejor de la ciudad olívica y casi siempre está hasta la bandera de clientes. En el CGAC compostelano hay una de esas tiendas de museo que es también librería. La oferta de esta librería es excelente, con la más amplia gama de libros de arte y novedades en monografías de teoría de la arquitectura y el cine. Hubo en el CGAC un restaurante que en otro tiempo atraía a gran número de comensales. Inexplicablemente la fantástica cafetería restaurante del Centro Gallego de Arte Contemporáneo no funciona en la actualidad.
Los grandes museos con gran afluencia de visitantes tienen excelentes restaurantes cafetería donde intercambiar opiniones sobre lo divino y lo humano, son el ágora del siglo XXI.



I´ve publiched este texto aujourd´hui en el correo gallego...la nourriture!