Un paisajismo de salón
En esta época de cultura del espectáculo que estamos viviendo, a pesar de las adversidades económicas y sociales, hay un evidente interés por el lujo. Los creadores, artistas o diseñadores y el público, observadores o compradores, se sienten atraídos por las grandes exposiciones retrospectivas, los desfiles de moda monumentales, los edificios cada vez más altos y todo cuanto pueda provocar admiración a primera vista.
Lo que mayor fascinación produce en el visitante con gusto por el lujo, es el espacio. Las perspectivas infinitas o las grandes salas en casas particulares o edificios públicos siempre seducen. Y si al tamaño se une la temporalidad, el interés se eleva exponencialmente.
Es por ello que desde siempre y especialmente en la época moderna, se ha disfrutado con las arquitecturas efímeras de gran tamaño y peculiaridades estéticas.
En el barroco se conocía bien este efectismo del tamaño combinado con el tiempo. Cuentan por ejemplo que en época de Luís XIV, la fascinación por los espejos llevaba a crear arquitecturas efímeras en jardines al anochecer y por medio de velas y reflejos, crear la ficción de luz diurna en plena noche.
En nuestros días, también se recurre a lo efímero y al volumen para crear espacios de arte. En estos días el paisaje efímero y de gran tamaño aparece curiosamente revisitado por el artista Santiago Sierra en la monográfica que le dedica el MARCO de Vigo. El célebre artista no crea un paisaje barroco, sino un paisaje de salón transmoderno, que ocupa la primera planta del museo en una sucesión de salas sin fin. El espacio adopta aires de ruina al estar habitado por piezas industriales de cemento ideadas para construir espigones marítimos. Es una bella escenografía postindustrial con excusa de problemática social, pues en la forma está el aire portuario de los materiales y una acción performativa con obreros. En el fondo está el ensayo sobre la problemática social que nos procura el artista y todo lo relativo a la localización de la pieza en una ciudad portuaria e industrial como Vigo.
Además y como es seña de identidad de Sierra, hay una placa que prohíbe la entrada a una clasificación entomológica de los seres humanos. Nadie, a la postre, puede entrar. Este gesto de censor y su relación con un lugar público como un museo, invita a la cita directa y llegar a la conclusión con el estilo de Magritte de que "esto no es un museo". Es un laboratorio de formas industriales y una escenografía que nos acerca a un espacio monumental y efímero. Un paisaje de salón enmarcado bajo el sortilegio de la época de la problemática social en una época de recesión .
Lo que mayor fascinación produce en el visitante con gusto por el lujo, es el espacio. Las perspectivas infinitas o las grandes salas en casas particulares o edificios públicos siempre seducen. Y si al tamaño se une la temporalidad, el interés se eleva exponencialmente.
Es por ello que desde siempre y especialmente en la época moderna, se ha disfrutado con las arquitecturas efímeras de gran tamaño y peculiaridades estéticas.
En el barroco se conocía bien este efectismo del tamaño combinado con el tiempo. Cuentan por ejemplo que en época de Luís XIV, la fascinación por los espejos llevaba a crear arquitecturas efímeras en jardines al anochecer y por medio de velas y reflejos, crear la ficción de luz diurna en plena noche.
En nuestros días, también se recurre a lo efímero y al volumen para crear espacios de arte. En estos días el paisaje efímero y de gran tamaño aparece curiosamente revisitado por el artista Santiago Sierra en la monográfica que le dedica el MARCO de Vigo. El célebre artista no crea un paisaje barroco, sino un paisaje de salón transmoderno, que ocupa la primera planta del museo en una sucesión de salas sin fin. El espacio adopta aires de ruina al estar habitado por piezas industriales de cemento ideadas para construir espigones marítimos. Es una bella escenografía postindustrial con excusa de problemática social, pues en la forma está el aire portuario de los materiales y una acción performativa con obreros. En el fondo está el ensayo sobre la problemática social que nos procura el artista y todo lo relativo a la localización de la pieza en una ciudad portuaria e industrial como Vigo.
Además y como es seña de identidad de Sierra, hay una placa que prohíbe la entrada a una clasificación entomológica de los seres humanos. Nadie, a la postre, puede entrar. Este gesto de censor y su relación con un lugar público como un museo, invita a la cita directa y llegar a la conclusión con el estilo de Magritte de que "esto no es un museo". Es un laboratorio de formas industriales y una escenografía que nos acerca a un espacio monumental y efímero. Un paisaje de salón enmarcado bajo el sortilegio de la época de la problemática social en una época de recesión .
Román Padín Otero
He publicado to-day en el correo gallego, este texto sobre la expo de Santiago Sierra en el MARCO de Vigo. Hago una liaison non dangereuse, entre el arte barroco de las arquitecturas efímeras monumentales y la instalación enorme e industrial de Sierra en esta expo. L´espace Cardin, n´est ce pas? Román