Vestir o no vestir
el interés que despierta en la sociedad actual el consumo de moda, es reflejo de la cultura de la compra como actividad lúdica y del ensalzamiento de lo efímero como ideal. Hoy se acude a los comercios, para saciar el tiempo y no para saciar una necesidad de un bien fungible. Se acepta la invitación de un mercado feroz, que ofrece bienes baratos, no duraderos y asumibles por la economía media, sin exigir planificación presupuestaria alguna. ¡Compramos igual que bebemos con sed, de un trago!
En épocas como las que vivimos, de ciclo económico bajo, aumentan las ventas de cosmética y accesorios, ámbitos en los que un pequeño gasto, produce sensación de saciedad y satisfacción. Uno de los mercados que ha crecido de manera notable, en los últimos años, es el dedicado a vestir al hombre. Si el gran modisto Yves Saint Laurent, modernizó el armario femenino, incorporando a él, prendas de caballero, como el traje sastre, el smoking y la sahariana. El armario del hombre, se ha modernizado últimamente, con un hábito de compra, semejante al que se destinaba al público femenino. Hoy el vestir del hombre cambia tanto de estación a estación, como el de la mujer. Y esto es un dato que no deja de ser curioso pues, la evolución histórica del vestir del hombre es más bien estática, frente a la muy mutante de la mujer. En los casi ciento cincuenta años que van desde el reinado de Luís XVI y la Revolución Francesa, hasta la primera guerra mundial, el armario masculino, pivotó esencialmente sobre el traje de tres piezas. Primero, el traje a la francesa con casaca, chaleco y pantalón por la rodilla, o culotte. Luego ese mismo traje, a la inglesa, con la chaqueta recortada delante con forma de frac, por influencia de la comodidad para montar a caballo y el pantalón largo o "sans culotte". Ese mismo traje, acortando las chaquetas, introduciendo el gris o el negro como colores esenciales y los paños ingleses de color para los más audaces dandis, habría de llegar hasta el siglo XX. Mientras las mujeres, pasaban por todo tipo de sistemas para dar volumen a sus faldas y moños, desde la crinolina pasando por el polisón, la enagua y llegando al pantalón a la turca. Frente al estatismo de la moda masculina en la historia, se dio la volatilidad en la moda femenina. Hoy, esa volatilidad, se percibe tanto en uno como en otro público y se advierte como unisex, la conducta de la compra de divertimento y el seguimiento de las novedades más inverosímiles planteadas por los famosos, los modistos o impuestas por la calle. Trajes italianos ultra ceñidos para caballero, dialogan con mini vestidos bombón para señora. Conjuntos sport ultra flojos para chico rap, dialogan con kaftanes induístas para chica indi. Todo en la dialéctica de la moda y la duda Hamletiana de vestir o no vestir.
Román Padín Otero
http://www.elcorreogallego.es/tendencias/ecg/vestir-no-vestir/idEdicion-2011-06-11/idNoticia-677787/