viernes, 17 de junio de 2011

Balenciaga, le dix









Balenciaga, le dix

la inauguración del museo Balenciaga en España, otorga oficialidad, pompa y circunstancia, a la admiración que el mundo de la cultura siente por el universo creativo del couturier español más universal. Balenciaga era considerado por sus colegas de profesión, como el maestro de todos ellos. Y su nombre es reconocido por el público general, desde hace décadas, como sinónimo de modernidad y elegancia. Una institución museística dedicada a la obra y la vida del excelso personaje, incorpora memoria y contexto histórico, a la escena pública y mediática actual, que tan carente está de referentes de valía, sobre todo en la vapuleada piel del toro.

La austeridad, la admiración por la historia del arte, la geometría y sensibilidad, son algunas de las características que rigen las décadas de colecciones de moda creadas por Balenciaga. Estas virtudes, que se podrían aplicar también a otras creaciones ajenas a las artes aplicadas, aparecen también en el universo del otro gran c­outurier del siglo XX, Yves Saint Laurent. Ambos, fueron lúcidos para entretelar sus vestidos con la cualidad del estilo y evitar que la efímera moda, los convirtiera en flor de un día. Es por ello, que al ver los vestidos de Saint Laurent en la fundación parisina que lleva su nombre, y al ver los de Balenciaga en el museo de Getaria que le homenajea, encontramos auténticas piezas atemporales. Objetos dotados de la belleza de la edición o de la univocidad de la manufactura, que están habitados por el alma del creador y que no son meros paños exangües abiertos a horcajadas sobre maniquís difuntos. Los vestidos de los dos maestros del siglo XX, Saint Laurent y Balenciaga, son bellas invenciones t­ridimensionales que trascienden la fugacidad del uso como moda en la calle y se convierten en objetos de investigación técnica y estructuras admirables de proporciones singulares. Son invenciones museables más allá del interés sociológico de la moda como cuestión de espíritu de los tiempos y se incardinan en la atemporalidad del gran arte.

En fechas recientes, con motivo de una exposición retrospectiva dedicada a Andy Warhol en el Grand Palais de París, le fue pedido en préstamo a Pierre Bergé, el célebre retrato que el artista pop había realizado de Saint Laurent. Cuando el retrato fue expuesto en la sala dedicada a los modistos y no en la sala dedicada a los grandes genios, o sea junto a Carolina Herrera o Diane von Furstenberg y no junto a Einstein o Duchamp, se pidió la reubicación del cuadro o su retirada, pues Bergé, entendía que "no eran talentos iguales" los de los modistos referidos al de Saint Laurent. Lo mismo se debe aseverar de Balenciaga, un diez o dix, como su primer perfume. Un primus inter pares que ha de formar parte del bagaje de la gran cultura española y mundial, junto a Velázquez, Zurbarán, Goya, Cervantes o Valle-Inclán. Balenciaga, le dix.

Román Padín Otero

http://www.elcorreogallego.es/tendencias/ecg/balenciaga-dix/idEdicion-2011-06-18/idNoticia-679998/