jueves, 4 de noviembre de 2010

4 les incroyables et merveilleuses








El grand siglo y la ópera cómica. Reyes y burgueses
En una visión historiográfica para conocer el origen de las corrientes culturales, ¿hacia dónde debemos mirar?
Los cambios se van gestando lentamente y se producen de modo notorio repentinamente. ¿Cómo se pasó del gótico al barroco y de éste al clasicismo?
Preguntas semejantes se aplican para conocer los motivos de cambio en la vestimenta, una más de las artes, una más de las ciencias sociales.
Tener visión histórica facilita la intelectualización y permite interpretar más ajustadamente el presente. Para saber dónde mirar el origen y ritmo de las tendencias en moda, resulta útil mirar el origen y ritmo de esas en el pasado.

En una conferencia previa, conocimos el origen del sistema de la moda. La forma y el momento en que se pasó de la ropa como símbolo de poder de unos pocos y elemento mínimo de una mayoría, a la ropa como forma de dialéctica de un estilo, en el que se producía el diálogo entre un creador, una divulgación del descubrimiento y una inspiración.
El lujo existe desde siempre, pero la ropa como status y como moda, sólo desde un momento histórico determinado. Las Cortes absolutistas son el lugar donde se origina este sistema. En especial la Corte francesa.

Las modas seguían el dictado del Rey y poco a poco hacen aparición revistas que difunden las modas de Versalles, como el Mercurio Galante y dan publicidad a todos los gremios de productores de moda y los primeros creadores como Rose Bertin, modista de María Antonieta.

El sistema del Antiguo Régimen, se mantiene hasta la sortilégica fecha de 1792. La guillotina marca el cambio…hacia innovaciones políticas, económicas, sociales…y de vestido.

La forma de vestido femenino evolucionado desde el kimono al robe de chambre y llegando a robe Watteau, deja paso por influencia Ilustrada, al vestido chemise y fourreau, que la propia reina María Antonieta, lleva en sus años de residencia en el Petit Trianon. Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, ponen en semejante nivel a los de derechos de clase y a los sirvientes. Cambios que se ven también en el vestido.

Junto con el acercamiento a la naturalidad del Emilio, se vuelve la mirada al clasicismo. Tanto por los hallazgos arqueológicos como por la puridad de líneas y la búsqueda de un canon académico pulcro, inspirado en lo greco romano.
Canova, Gérard, David, Ingres, como símbolo del nuevo régimen, dejan atrás como símbolo del antiguo régimen a Watteau y Fragonard. Los espejos de Versalles se sustituyen primero por el estilo Trianon y luego por el clasicismo de tienda de campo, siempre batallando de Napoleón en Malmaison.

La tendencia a lo simple, es epítome de lo revolucionario. Rompen con el pasado, primero las líneas asamblearias y directorio. Luego las reacciones como los muscardins, los incroyables, los merveilleuses, el gusto por las pelucas empolvadas de los antimoda libertarios como Robespierre. El gusto por el clasicismo, por la ropa a la inglesa, el ridingcote o redingote. El sansculotte jacobino, con el pantalón largo reaccionando a lo corto del pasado. El gusto por las bandas tricolor, los chales de las invasiones napoleónicas, lo exotismos, la Carmen, la Medea, el Tamerlano…la Heróica de Beethoven en 1805…Rossini, Spontini, Cherubini, la música de una época que vive el clasicismo.

Napoleón se autoproclama emperador y ya no es el liberador de Europa a ojos de los intelectuales. Su empeño en tener enseña, le lleva a la insistencia en la ropa de Corte y en esos años más que nunca se diverge la ropa de calle y la de poder. Son los síntomas del cambio ascenso de la burguesía y la calle, que años antes había ya publicado “Le journal de la mode” en 1790.

La evolución del traje masculino pasa del símbolo de poder religioso, político, militar, al traje de tres piezas, el uniforme y la monocromía negra en el siglo XIX.

En España, la época de Goya, alternativa a Mengs, pone en valor una sociedad castiza y campera. A un rey ilustrado como Carlos III, sucede Carlos IV quien tras las invasiones Napoleónicas es sucedido por Fernando VII.

De singulares miniaturas se compone hoy el gusto de un observador. Tres claves, los Canovas del Hermitage, el retrato de la familia de Luís de Borbón posando para Goya, la revista de Le Journal de la mode, alguna música.

Las músicas de los reyes burgueses, del vestido como reclamo de status.
Román Padín Otero