Retratos gallegos
UNA DE LAS ACTIVIDADES que más gustan en las tardes lluviosas de otoño es sentarse a ver retratos de familia, en una época en la que se hacen más reales que nunca esas fotos de nuestra vida, las imágenes de nuestro recuerdo.
En el arte contemporáneo hay una facción de la fotografía que se dedica al desarrollo de las imágenes poliinsaturadas de discurso publicitario. Y hay, al mismo tiempo, escuelas fotográficas que retratan con disparo accidental escenas cotidianas representando personas más reales que la realidad. Hay aún, un tercer género que busca retratar la realidad dotándola de la pulcritud dominical.
La fotografía de estudio con poses milimetradamente estudiadas y ricos decorados, se convirtió en símbolo de una época. Luego con el siglo XX, los retratos evolucionaron hacia lo psicológico y hacia el encuentro fortuito del personaje en su ambiente ordinario.
El Marco de Vigo dedica al fotógrafo Virxilio Viéitez una retrospectiva en la que se pueden ver distintos aspectos del trabajo del creador, destacando en el conjunto de la obra la dedicación al retrato psicológico de personaje pulcro en su ambiente cotidiano.
Se trata sin duda de un cuarto género de retrato fotográfico contemporáneo, pues trufa con éxito las partes más dogmáticas de la fotografía del XIX, con las innovaciones del fotoperiodismo y los disparos incidentales.
El universo de Viéitez es el retrato de una época en Galicia, o aún es el epítome de los retratos gallegos de la época del desarrollismo, la contención social de las últimas décadas de Franco y el voluntarismo de los años entorno a la transición.
Todo resulta de un realismo antropológico en las fotografías. Aparecen retratadas verdades absolutas de los pobladores de una época, sus rasgos, su forma de mirar y sus gestos. Todo indica un naturalismo sin retoques que se ve ensalzado por la propias poses, en ocasiones, académicas de los retratados, síntoma de una época.
Los trajes de los domingos, las partidas de juegos de mesa, el entierro, el baile, el bar, la boda, el coche, la banda, la gasolinera, todo recuerda a una época con una vivacidad, que parece hacernos ver nuestro propio álbum familiar, de familia gallega en retrato gallego. Además hay genialidad compositiva y entre otras, una gran fotografía retrata un desayuno en la hierba en forma de escena de grupo. Una romería, bajo robles, con una accidental composición llena de luz impresionista. La realidad de una visión involuntaria de un gran Manet fotográfico trasladado al campo gallego. Las fotos de una vida, el siglo en imágenes, vistas para conocernos mejor.
En el arte contemporáneo hay una facción de la fotografía que se dedica al desarrollo de las imágenes poliinsaturadas de discurso publicitario. Y hay, al mismo tiempo, escuelas fotográficas que retratan con disparo accidental escenas cotidianas representando personas más reales que la realidad. Hay aún, un tercer género que busca retratar la realidad dotándola de la pulcritud dominical.
La fotografía de estudio con poses milimetradamente estudiadas y ricos decorados, se convirtió en símbolo de una época. Luego con el siglo XX, los retratos evolucionaron hacia lo psicológico y hacia el encuentro fortuito del personaje en su ambiente ordinario.
El Marco de Vigo dedica al fotógrafo Virxilio Viéitez una retrospectiva en la que se pueden ver distintos aspectos del trabajo del creador, destacando en el conjunto de la obra la dedicación al retrato psicológico de personaje pulcro en su ambiente cotidiano.
Se trata sin duda de un cuarto género de retrato fotográfico contemporáneo, pues trufa con éxito las partes más dogmáticas de la fotografía del XIX, con las innovaciones del fotoperiodismo y los disparos incidentales.
El universo de Viéitez es el retrato de una época en Galicia, o aún es el epítome de los retratos gallegos de la época del desarrollismo, la contención social de las últimas décadas de Franco y el voluntarismo de los años entorno a la transición.
Todo resulta de un realismo antropológico en las fotografías. Aparecen retratadas verdades absolutas de los pobladores de una época, sus rasgos, su forma de mirar y sus gestos. Todo indica un naturalismo sin retoques que se ve ensalzado por la propias poses, en ocasiones, académicas de los retratados, síntoma de una época.
Los trajes de los domingos, las partidas de juegos de mesa, el entierro, el baile, el bar, la boda, el coche, la banda, la gasolinera, todo recuerda a una época con una vivacidad, que parece hacernos ver nuestro propio álbum familiar, de familia gallega en retrato gallego. Además hay genialidad compositiva y entre otras, una gran fotografía retrata un desayuno en la hierba en forma de escena de grupo. Una romería, bajo robles, con una accidental composición llena de luz impresionista. La realidad de una visión involuntaria de un gran Manet fotográfico trasladado al campo gallego. Las fotos de una vida, el siglo en imágenes, vistas para conocernos mejor.
Román Padín Otero