La Pasión
HAY UNA INTENSA relación entre las conductas sociales de la hipermodernidad y la moda. El laicismo, lo mercantil, la brevedad sentimental, la ansiedad, son las características que envuelven la ética y la estética del hombre en el siglo XXI. Ya no se ordena el calendario entorno a las celebraciones religiosas, sino a los eventos vacacionales propiciados por los cambios de estación. Ya no se valoran los ideales sino los resultados económicos. Las relaciones sentimentales no son un vínculo por siempre. Y la tranquilidad de espíritu se alcanza con las bajas por depresión. El hombre hipermoderno se ha visto arrastrado por la era del vacío y para alcanzar el equilibrio de ánimo, debe estar fuertemente amparado por elevados valores humanísticos o de otro modo se convierte en un instrumento del mercado.
La moda, es una de las manifestaciones del sistema de mercado. Todo lo que lleva implícito el cambio en lo relativo al vestir y no es propiciado por la necesidad, si no por el deseo, es moda. Cambiamos nuestro aspecto, por parecernos a un ideal difundido en imágenes sugerentes, concebidas por equipos de diseño inspirados en musas y musos casi perfectos. Del deseo y la pasión por objetos de consumo, surge el mercado de la moda. Compramos ropa negra quizá sustituyendo al luto. Compramos ropas, que pasados los años parecen disfraces, por sustituto del significado del carnaval. Compramos en vez de meditar, sustituyendo a la cobertura de necesidades por la gula, sustituimos afectos por alianzas de diamantes y tranquilidad de espíritu por casos bélicos en rebajas. Todo ese comercio, toda esa moda, no tiene nada que ver con la elegancia. De ella decía Coco Chanel, refiriéndose al Duque de Westminster, que era la persona más elegante que la costurera jamás había conocido. Pues, ¡nunca compraba nada!, ella misma mandaba remendar sus zapatos y zurcir sus jerséis.
¡Qué distinta esa máxima, del agotador sistema de temporadas, colecciones, precolecciones y colecciones especiales de la actualidad!
La pasión, habría de ser en estos días, la que compuso Johann Sebastián Bach, en su BWV 244 o BWV 245, que habrían de escucharse en viernes Santo. O habría de ser, la pasión contemplativa que propone el festival homónimo, en Santiago de Compostela. Que abre con el Oratorio de Pascua de Bach y Praetorius, en la Iglesia de San Agustín y clausura con las Leçons de Ténèbres de Couperin, Marais, Sainte-Colombe, en las Ánimas.
La pasión contemplativa, aconfesional, cultural, todo el año y especialmente en los cambios de temporada.
Román Padín Otero
http://www.elcorreogallego.es/tendencias/ecg/pasion/idEdicion-2011-04-16/idNoticia-659902/