Una fuga con paisajes
Los cuadros de paisajes, un tema indiciario del pintor Joachim Patinir en el siglo XVI, mantienen en la actualidad la viveza del arte por el arte y ponen en valor las posibilidades metafísicas de la pintura y sus horizontes sin límites. En el ámbito contemporáneo entre las distintas líneas de representación de la naturaleza, la de la sublimación plástica nos recibe con el pintor Salaberri.
Pedro Salaberri, Paisajes, Espacio Marzana, Bilbo, pintura, hasta el 25 de febrero
La exposición de cuadros de paisajes de Pedro Salaberri en el Espacio Marzana, invita a evocar otras génesis de representación de la naturaleza en pintura de caballete. Así se pueden traer a colación el paisaje romántico y los paisajes flamencos.
En la exposición del pintor navarro, tercera cita del artista en esta institución, se reúnen las diversas contemplaciones que el autor realiza bajo su estética de horizontalidad infinita y colores susurrantes, de lugares ciertos y concretos. La peña de Unzué, Valdizarbe, Cantabria, Biarritz y lugares de Montevideo. Son un conjunto de visiones de quien encuentra en la preeminencia de la monumentalidad de la naturaleza sobre la presencia del hombre, un motivo sin límite para realizar un trabajo de recreación plástica de la inabarcable belleza de los paisajes.
Existen en la actualidad grupos de aficionados a caminar por la campiña y sentarse asombrados a observas paisajes desde lugares de estratégica belleza compositiva. Esta tribulación de paseante minucioso que vaga entre peñascos, brumas, amaneceres y puestas de sol, a lo largo de las cuatro estaciones del año, para observar los poderes de la naturaleza, era conocida especialmente en el romanticismo.
La figura del caminante, el wanderer, el flaneur, aquel que camina fascinado entre mares de nubes para conocer la fuerza de lo ignoto, lleva aparejadas otras sutilezas relacionadas a lo literario y a lo musical.
De igual modo que el pintor romántico, Caspar David Friedrich, se asocia con la música de Mendelssohn-Bartholdy y la literatura de Goethe. El pintor del siglo XXI, que vaga por lo natural entre visiones caracterizadas por la sublimación analítica del paisaje, pues Salaberri, esquematiza el paisaje con método esencialista, se puede asociar a la música sincopada de Johann Sebastian Bach, con sus creaciones para instrumento solo y a las lecturas atemporales de maestros de la palabra de asombrosa austeridad como Juan Benet.
En la historia de la vida de Friedrich, citan los biógrafos que en una etapa madura de su trabajo, expresaba el artista que “posiblemente sea un gran honor tener un gran público. Pero el honor es mucho mayor cuando uno dispone de un pequeño público selecto.” Esta forma de contemplación del paisaje desde el ojo sin párpado del artista contemporáneo, tiene en sí misma, aún cuando sea apreciado su talento por la generalidad, mucho de selecto.
Estos cuadros que representan imágenes de serenidad, invitan a una actitud contemplativa y pausada. Tienen la virtud de la sinestesia, la alquimia del color y la forma evoca sonidos y letras. Son visiones en la lejanía de perspectivas sólo abarcables con la ayuda de la distancia. Unos paisajes con ciertas dosis meditativas que invitan al resurgimiento anímico desde las composiciones geométricas y la armonía tonal.
Este acercamiento al paisaje, casi como metáfora sanatoria, encontró orígenes en un pintor redescubierto para todos por el Museo del Prado en una muestra del año 2007. El flamenco Joachim Patinir, pintor del siglo XVI contemporáneo del Bosco es a quién se puede considerar como el padre del género del paisaje. Patinir es enormemente atractivo por la poesía y el misterio de su visión de la naturaleza y es considerado como el primer pintor moderno especialista en la pintura del paisaje. Es muy conocida del autor flamenco, la tabla que representa a “Caronte cruzando la Laguna Estigia”. En ella la representación de la luz del cielo y su reflejo en el cerúleo reflejo de las aguas, se funden en un todo abstracto, tan sólo agitado a lo real por la presencia del barquero en primer plano. Con los cuadros de Pedro Salaberri ocurre algo semejante, y la presencia abstracta del conjunto de tonos sincréticos que reproducen un paisaje imaginario dotado de nombre y apellidos, por corresponder a un lugar cierto, se turba por el acento de un árbol, de una elevación, de un otero o una sombra principal.
Son pues obras de modernidad heredada de las vanguardias cubistas, pues en ellas como en algunos de los cuadros de los cubistas, se reconduce la realidad a esquemas básicos a coordenadas axiales. Tienen estas obras además, conocimiento de la realidad moderna de los paisajes flamencos y evocador homenaje al acto del paseo entre cumbre románticas, con cita específica al que deambula para reconocer paisajes del natural y reinventarlos con las posibilidades infinitas del pincel. Esta es una de las grandes bondades de la pintura, traer a la visión realidades ocultas sin la mano del pintor.
Una exposición tan deliciosa como una fuga musical, para disfrute sinestésico de todos los sentidos.
Román Padín Otero