jueves, 17 de junio de 2010

Iñaki Imaz, Kiko Pérez, Bilbao

He publicado este texto en Mugalari
El ejercicio del diálogo
Una exposición en forma de conversación entre dos artistas
Iñaki Imaz y Kiko Pérez, exponen conjuntamente una serie de objetos de arte que se integran entre sí, subrayando la idea de trabajo en proceso, actitud de taller, experimentación y desarrollo dual sobre extremos formales de la plástica. Una reflexión sobre el sistema del arte.
“Colocar”. Iñaki Imaz y Kiko Pérez. Galería Carreras Múgica, Bilbao. Del 10 de junio al 30 de julio

Uno de los escenarios de interés para los artistas y la audiencia en la actualidad, es el de la reflexión sobre la autoría. El sistema del arte en las últimas décadas ha persistido tanto sobre el concepto de artista estrella que ha llegado casi a agotarse esa conceptuación. Artistas como Pablo Picasso o Damien Hirst, son celebrados tanto por sus obras como por sus vidas y sus cotizaciones. Tanta insistencia en la parte mercantil y mediática del artista, ha llevado a crear una tendencia de pensamiento opuesta a ese espectáculo del arte.
Una de las líneas de trabajo para responder a ese camino de imbricación excesiva del arte con el mercantilismo y la autoría, está siendo una vuelta a lo procesual, al trabajo en taller o en equipo y la revisión de los soportes del arte.
Hace unas semanas inauguraban en el MUSAc leonés, tres artistas vascos en el proyecto Proforma. Txomin Badiola, Sergio Prego y Jon Mikel Euba, realizaron en el museo una estadía de cuarenta días con un grupo de participantes, en un proyecto experimental que pretendía integrar el museo, la academia, el ejercicio y el proceso. El resultado fue interesante y sirvió entre otras cosas, para reflexionar sobre el enriquecimiento de los universos de autor, cuando se producen colaboraciones y se “renuncia”, en cierta medida a la autoría unipersonal.
Ahora otros dos artistas, Iñaki Imaz y Kiko Pérez, exponen conjuntamente y lo hacen sobe el leitmotiv de la experimentación y las influencias recíprocas durante el proceso creativo.
Desde siempre se han conocido las posibilidades del trabajo en taller. En la época del Siglo de Oro o en el Renacimiento Italiano, era frecuente la realización de versiones o copias de un cuadro en el taller de un maestro, que además se servía de asistentes o ayudantes para la ejecución de las obras. En este caso, la autoría correspondía al maestro y las manos de los colaboradores, pasaban a un segundo término. En cualquier caso, en la actualidad conocemos esas obras y se atribuyen en ocasiones al “taller de” este o aquel maestro.
Uno de los cambios importantes que se produce con las vanguardias en este terreno, es que las obras colectivas que se realizan, empiezan a ser resultado de colaboradores en posición de igualdad. Para la leyenda quedan las influencias recíprocas entre Gauguin y Van Gogh. O aún los préstamos conceptuales entre Juan Gris y Pablo Picasso. En este caso, los viajes entre artistas o las conversaciones o en ocasiones las ejecuciones conjuntas de obras, produjeron resultados experimentales de gran interés para el mundo cultural y para la evolución y disfrute del arte.
Quienes sí colaboraron desde la igualdad y expusieron conjuntamente, con enormes influencias recíprocas, fueron Jean Michel Basquiat y Andy Warhol. Un maduro Warhol, fascinado por la vitalidad de Basquiat, realiza conjuntamente con el joven pintor, un serie de cuadros y fotografías que hacen alquimia entre lo mejor de los universos de los dos artistas.
Con el siglo XXI, y la intertextualidad del arte, se produce en algunos casos una vuelta al trabajo en taller, bajo el nombre de un maestro, tal y como ocurre con las obras del japonés Takashi Murakami, que dirige una auténtica fábrica o taller de edición de obras de arte.
Entre todos estos extremos, se puede advertir un movimiento subyacente y es el del acercamiento al laboratorio del arte, al campo experimental de la creación. En donde, se pueden alcanzar situaciones y logros, a través de las puestas en común y de la praxis. Objetivos que no se alcanzarían en la reconcentración del artista individual en la soledad del estudio.
En la exposición de Iñaki Imaz y Kiko Pérez, se presentan de modo conjunto obras que abordan extremos formales cuadriculares y otras que ejercitan un discurso cercano a las formas ameboidales y medúseas. En este sentido, la propuesta es absoluta, pues se acercan los artistas a los dos planteamientos estéticos más extremos de los últimos años. Lo que en arquitectura se llama creación de bulbs y creación de squares. O sea algo así como Zaha Hadid frente a Sanaa. Ninguna de las dos es excluyente y ambas representan un statu quo del arte. Esto se aprecia en la muestra de los dos artistas.
Hay además otra cualidad de la muestra y es la interesante apreciación que tienen los dos artistas de las formas artísticas híbridas. Es común en la actualidad ver cuadros que parecen esculturas, arquitecturas que parecen pinturas y películas que parecen vídeos musicales. En la exposición de los dos artistas hay una integración y deriva hacia la naturaleza escultórica de la pintura y la formalidad pictórica de la escultura. Sin duda un síntoma de los tiempos que ellos ejecutan de modo efectivo y singular.
Esta exposición nos “coloca”, frente a unos de los campos, más reflexivos y rigurosos de la práctica artística en la actualidad.
Román Padín Otero