Mi amigo Rafa Sendín expone sus retratos bipolares en el Algarve, en ARCO sus espejos captaron los ojos de todos. Genial, Román
lunes, 30 de marzo de 2009
Katuxa Platero
domingo, 29 de marzo de 2009
sábado, 28 de marzo de 2009
ARTNOTES 25
No discipline
El Centre Georges Pompidou de París dedica al diseñador y arquitecto Ron Arad, una gran exposición retrospectiva que agrupa sus objetos de mobiliario, imágenes, bocetos y creaciones de espacios desde hace casi tres décadas.
El diseñador de muebles nacido en Tel Aviv y residente en Londres comenzó a tener una notoria presencia en el medio transnacional del mobiliario contemporáneo en los años ochenta. Tras formarse en la escuela de Bellas Artes de Jerusalem y en la Architectural Association School de la capital británica se estableció en el Reino Unido desde el año 1973.
En su tienda taller One-Off localizada en el Covent Garden londinense investigó en las formas deconstruídas y creó diseños de estética industrial, reelaborando piezas mecanicistas como partes de automóviles. Su estética neoindustrial de la época es coincidente con el gusto por el look clohard en la moda, de la mano por ejemplo de Marithé et François Girbaud. En arquitectura son reconocibles como iconos de la época los edificios de materiales yuxtapuestos de Frank O. Gehry. En música la época escucha el techno mezclado con ska y el punk gótico de grupos como Culture Club y Siouxsie and the Banshees. En ese escenario los muebles de Ron Arad hechos a partir de respaldos de automóviles o el tocadiscos hecho con estructuras de cemento y cables al aire, parecen un signo de los tiempos.
Una de las líneas de trabajo del diseñador fueron los muebles de formas redondeadas y estética ameboidal realizados con vocación escultórica en materiales como el acero que exhibían acabados “en proceso”.
A partir de estos objetos de mobiliario ha ido desarrollando el discurso personal que le ha garantizado una línea de creación destacada dentro del panorama contemporáneo de los muebles, la arquitectura y el interiorismo.
Las formas de arquitectura seminal expresionista y organicista y la escultura en préstamo de unos tardíos Le Corbusier o Calder, desarrolladas por ron Arad en sus inicios, se fue mutando progresivamente en unas citas inteligentes a las formas de Pascal Mourgue, Arne Jacobsen o Joe Colombo. Así desde sus muebles pesados de metal con formas redondeadas se desarrollaron sus creaciones mullidas y forradas de formas como riñones, amebas y bean bags revisitadas que conforman su estilo más celebrado. El sofá Big Easy con Vitra o la lámpara Pizza Kobra con IGuzzini son ejemplos del lenguaje high tech de este creador en la actualidad.
En la exposición se hace un recorrido, que recuerda a su estantería Worm, por sus creaciones más singulares, un universo de referencia.
Román Padín Otero
El Centre Georges Pompidou de París dedica al diseñador y arquitecto Ron Arad, una gran exposición retrospectiva que agrupa sus objetos de mobiliario, imágenes, bocetos y creaciones de espacios desde hace casi tres décadas.
El diseñador de muebles nacido en Tel Aviv y residente en Londres comenzó a tener una notoria presencia en el medio transnacional del mobiliario contemporáneo en los años ochenta. Tras formarse en la escuela de Bellas Artes de Jerusalem y en la Architectural Association School de la capital británica se estableció en el Reino Unido desde el año 1973.
En su tienda taller One-Off localizada en el Covent Garden londinense investigó en las formas deconstruídas y creó diseños de estética industrial, reelaborando piezas mecanicistas como partes de automóviles. Su estética neoindustrial de la época es coincidente con el gusto por el look clohard en la moda, de la mano por ejemplo de Marithé et François Girbaud. En arquitectura son reconocibles como iconos de la época los edificios de materiales yuxtapuestos de Frank O. Gehry. En música la época escucha el techno mezclado con ska y el punk gótico de grupos como Culture Club y Siouxsie and the Banshees. En ese escenario los muebles de Ron Arad hechos a partir de respaldos de automóviles o el tocadiscos hecho con estructuras de cemento y cables al aire, parecen un signo de los tiempos.
Una de las líneas de trabajo del diseñador fueron los muebles de formas redondeadas y estética ameboidal realizados con vocación escultórica en materiales como el acero que exhibían acabados “en proceso”.
A partir de estos objetos de mobiliario ha ido desarrollando el discurso personal que le ha garantizado una línea de creación destacada dentro del panorama contemporáneo de los muebles, la arquitectura y el interiorismo.
Las formas de arquitectura seminal expresionista y organicista y la escultura en préstamo de unos tardíos Le Corbusier o Calder, desarrolladas por ron Arad en sus inicios, se fue mutando progresivamente en unas citas inteligentes a las formas de Pascal Mourgue, Arne Jacobsen o Joe Colombo. Así desde sus muebles pesados de metal con formas redondeadas se desarrollaron sus creaciones mullidas y forradas de formas como riñones, amebas y bean bags revisitadas que conforman su estilo más celebrado. El sofá Big Easy con Vitra o la lámpara Pizza Kobra con IGuzzini son ejemplos del lenguaje high tech de este creador en la actualidad.
En la exposición se hace un recorrido, que recuerda a su estantería Worm, por sus creaciones más singulares, un universo de referencia.
Román Padín Otero
Bajo el imperio de las crinolinas
El Palais Galliera de París dedica la exposición “Sous l´empire des crinolines” a la moda en la época de Napoleón III y Eugenia de Montijo, el II Imperio francés.
En los apenas veinte años de gobierno de Napoleón III y Eugénie, entre 1852 y 1870, se produjo el nacimiento del sistema de la moda. Antes de esa época había comercio de materiales textiles lujosos que servían para presentarse con “decoro” en la Corte y en la vida social. Los estilos tomaban su nombre de los monarcas que los imponían, se conocía el estilo en negro de la Corte española de los Austrias, el estilo Luís XIV con lazos y plumas o aún el breve pero rotundo estilo Napoleón I inspirado en la antigüedad clásica que se olvidaría en torno a 1821 con la deposición y muerte de Bonaparte.
Tres décadas después, Napoleón III, sobrino del depuesto gobernante toma el control de la política francesa, erigiéndose en nuevo emperador.
Con el II Imperio nace una nueva moda, “la etiqueta” bascula sobre los tres pilares del contemporáneo sistema de la moda, el couturier, la musa, el retrato y su difusión.
En esa época aparece el primer couturier de la historia que es Charles Frederick Worth, a quien todos consideran un artista, siguiendo sus dictados al pie de la letra. Es también la época del desarrollo de los grandes almacenes como Au bon marche y Au printemps.
El segundo pilar de la dialéctica de la moda que aparece en este momento histórico es el de la musa o el modelo. El París reurbanizado por Haussman deviene en escenario ecléctico donde lucir la moda de los creadores y la emperatriz Eugenia es la primera musa de la época. Su efigie idealizada retratada por el pintor Francisco Xavier Winterhalter es difundida por grabados en feuilletons y revistas convirtiéndose en el referente de la época.
En la exposición de Palais Galliera se recrea un salón de baile con la emperatriz Eugenia y la princesa Mathilde en compañía de otras damas y caballeros. Ellas llevan las faldas de crinolinas, esas campanas de tela soportadas sobre estructura de crin de caballo que alcanzaban 180 cms de diámetro y que son el estilo de la época. Colores como el rosa palo, el violeta desvaído y el azul nublado, son los preferidos de las damas. Mientras que el negro es el color de los caballeros, junto a los uniformes militares ornados de jarretas luminosas, botonaduras y galones dorados.
Son las postrimerías del “fashion system” desde las violetas imperiales.
Román Padín Otero
El Palais Galliera de París dedica la exposición “Sous l´empire des crinolines” a la moda en la época de Napoleón III y Eugenia de Montijo, el II Imperio francés.
En los apenas veinte años de gobierno de Napoleón III y Eugénie, entre 1852 y 1870, se produjo el nacimiento del sistema de la moda. Antes de esa época había comercio de materiales textiles lujosos que servían para presentarse con “decoro” en la Corte y en la vida social. Los estilos tomaban su nombre de los monarcas que los imponían, se conocía el estilo en negro de la Corte española de los Austrias, el estilo Luís XIV con lazos y plumas o aún el breve pero rotundo estilo Napoleón I inspirado en la antigüedad clásica que se olvidaría en torno a 1821 con la deposición y muerte de Bonaparte.
Tres décadas después, Napoleón III, sobrino del depuesto gobernante toma el control de la política francesa, erigiéndose en nuevo emperador.
Con el II Imperio nace una nueva moda, “la etiqueta” bascula sobre los tres pilares del contemporáneo sistema de la moda, el couturier, la musa, el retrato y su difusión.
En esa época aparece el primer couturier de la historia que es Charles Frederick Worth, a quien todos consideran un artista, siguiendo sus dictados al pie de la letra. Es también la época del desarrollo de los grandes almacenes como Au bon marche y Au printemps.
El segundo pilar de la dialéctica de la moda que aparece en este momento histórico es el de la musa o el modelo. El París reurbanizado por Haussman deviene en escenario ecléctico donde lucir la moda de los creadores y la emperatriz Eugenia es la primera musa de la época. Su efigie idealizada retratada por el pintor Francisco Xavier Winterhalter es difundida por grabados en feuilletons y revistas convirtiéndose en el referente de la época.
En la exposición de Palais Galliera se recrea un salón de baile con la emperatriz Eugenia y la princesa Mathilde en compañía de otras damas y caballeros. Ellas llevan las faldas de crinolinas, esas campanas de tela soportadas sobre estructura de crin de caballo que alcanzaban 180 cms de diámetro y que son el estilo de la época. Colores como el rosa palo, el violeta desvaído y el azul nublado, son los preferidos de las damas. Mientras que el negro es el color de los caballeros, junto a los uniformes militares ornados de jarretas luminosas, botonaduras y galones dorados.
Son las postrimerías del “fashion system” desde las violetas imperiales.
Román Padín Otero
Elio Berhanyer, cincuenta años de moda
La exposición retrospectiva dedicada al modisto Elio Berhanyer en el madrileño Museo del Traje propone un tránsito por el universo plástico de este cordobés universal para celebrar sus cincuenta años de profesión.
Esta pasarela figurada de varias décadas gravita sobre el equilibrio entre la estética de lo español y las visiones de la escena internacional. Varias son las fuentes de inspiración del modisto. El arte, la música y Bach, la literatura con Proust y sobre todo la alegría de vivir o “joie de vivre” son los ámbitos de los que bebe el creador.
Como overtura a la exposición, una imagen del tapiz de Charles Le Brun en el que se representa el saludo entre Luís XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes. Es el encuentro entre el blanco y negro de la Corte española con la opulencia colorista del séquito francés. Es la metáfora de los recuerdos del blanco y negro de la infancia andaluza del creador con la colorista moda internacional.
La carrera de Elio Berhanyer arranca a finales de los cincuenta haciendo exitosos estilismos, diseñando sombreros con materiales escultóricos y presentando por el devenir de las cosas, trajes para damas en un salón de estética de Madrid. La marquesa de Llanzol, una elegante de la época, le encarga un sastre clásico que él subraya con el acento de las mangas al bies, luego el apoyo de amigos le permite abrir salón en un palacete de la calle Ayala y los hitos se suceden. Viste a la sociedad española, hace incursión en el mercado americano, recibe homenajes, editoriales de revistas especializadas e innova sin cesar.
En sus desfiles las maniquís son señoritas de la buena sociedad, emplea música de fondo, anuncia los modelos por altavoces, proyecta imágenes como décor y entre el público hay muchos caballeros.
Cuando el sector de la costura en España tuvo su estertor por los cambios del 68 y la nueva fiscalidad del lujo, Elio Berhanyer trasladó ese universo suyo de costura basado en la geometría Le Corbusier del día y la levedad canoviana de la noche, a la ropa de prêt à porter.
Sus trajes con pespuntes, conjuntos monocromos con botones redondos como huevos, estampados ópticos y volúmenes arquitectónicos se trasladaron a la producción con la manufactura de Ceppi.
En esos años y por tres veces consecutivas viste al personal de Iberia. El eterno traje azul de las azafatas con dibujo en la pechera y gorro sobre variaciones del bobby inglés forma parte de la iconografía del diseño español del siglo XX. El epítome de un diseñador de la época en que las señoras vestían pieles e iban a arreglarse el pelo para volar, es crear el vestuario de vuelo de sus azafatas, ese es Elio Berhanyer.
Actualmente sus colecciones en Cibeles encierran el duende andaluz del creador, explica él mismo que es muy distinta la costura donde los materiales y los bordados son exquisitos, que el listo para llevar, donde se depende de la economía de costes. En ambos ámbitos, el estilo Berhanyer viste una época y es el tiempo recobrado de la moda española.
Las flores dilectas de Berhanyer son un bouquet de estética visionaria y exquisita. De todo ello da buena cuenta esta impecable exposición en la que descubrimos algunos de sus modelos más rutilantes como trajes bordados con geometrías. Sastres con botones dorados y aires del mar. Vestidos cuajados de lentejuelas verdes y joyas desarrolladas a partir de los azulejos de la Alhambra. En la visita unos marcos negros dan visiones que parecen extraídas de un reflejo abstraído de la obra de Velázquez. Esta muestra es ejemplo de una de esas ocasiones en las que una instalación expositiva dialoga en perfecta armonía con el universo personal del creador al que se homenajea. La moda de España con mayúsculas.
Román Padín Otero
La exposición retrospectiva dedicada al modisto Elio Berhanyer en el madrileño Museo del Traje propone un tránsito por el universo plástico de este cordobés universal para celebrar sus cincuenta años de profesión.
Esta pasarela figurada de varias décadas gravita sobre el equilibrio entre la estética de lo español y las visiones de la escena internacional. Varias son las fuentes de inspiración del modisto. El arte, la música y Bach, la literatura con Proust y sobre todo la alegría de vivir o “joie de vivre” son los ámbitos de los que bebe el creador.
Como overtura a la exposición, una imagen del tapiz de Charles Le Brun en el que se representa el saludo entre Luís XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes. Es el encuentro entre el blanco y negro de la Corte española con la opulencia colorista del séquito francés. Es la metáfora de los recuerdos del blanco y negro de la infancia andaluza del creador con la colorista moda internacional.
La carrera de Elio Berhanyer arranca a finales de los cincuenta haciendo exitosos estilismos, diseñando sombreros con materiales escultóricos y presentando por el devenir de las cosas, trajes para damas en un salón de estética de Madrid. La marquesa de Llanzol, una elegante de la época, le encarga un sastre clásico que él subraya con el acento de las mangas al bies, luego el apoyo de amigos le permite abrir salón en un palacete de la calle Ayala y los hitos se suceden. Viste a la sociedad española, hace incursión en el mercado americano, recibe homenajes, editoriales de revistas especializadas e innova sin cesar.
En sus desfiles las maniquís son señoritas de la buena sociedad, emplea música de fondo, anuncia los modelos por altavoces, proyecta imágenes como décor y entre el público hay muchos caballeros.
Cuando el sector de la costura en España tuvo su estertor por los cambios del 68 y la nueva fiscalidad del lujo, Elio Berhanyer trasladó ese universo suyo de costura basado en la geometría Le Corbusier del día y la levedad canoviana de la noche, a la ropa de prêt à porter.
Sus trajes con pespuntes, conjuntos monocromos con botones redondos como huevos, estampados ópticos y volúmenes arquitectónicos se trasladaron a la producción con la manufactura de Ceppi.
En esos años y por tres veces consecutivas viste al personal de Iberia. El eterno traje azul de las azafatas con dibujo en la pechera y gorro sobre variaciones del bobby inglés forma parte de la iconografía del diseño español del siglo XX. El epítome de un diseñador de la época en que las señoras vestían pieles e iban a arreglarse el pelo para volar, es crear el vestuario de vuelo de sus azafatas, ese es Elio Berhanyer.
Actualmente sus colecciones en Cibeles encierran el duende andaluz del creador, explica él mismo que es muy distinta la costura donde los materiales y los bordados son exquisitos, que el listo para llevar, donde se depende de la economía de costes. En ambos ámbitos, el estilo Berhanyer viste una época y es el tiempo recobrado de la moda española.
Las flores dilectas de Berhanyer son un bouquet de estética visionaria y exquisita. De todo ello da buena cuenta esta impecable exposición en la que descubrimos algunos de sus modelos más rutilantes como trajes bordados con geometrías. Sastres con botones dorados y aires del mar. Vestidos cuajados de lentejuelas verdes y joyas desarrolladas a partir de los azulejos de la Alhambra. En la visita unos marcos negros dan visiones que parecen extraídas de un reflejo abstraído de la obra de Velázquez. Esta muestra es ejemplo de una de esas ocasiones en las que una instalación expositiva dialoga en perfecta armonía con el universo personal del creador al que se homenajea. La moda de España con mayúsculas.
Román Padín Otero
He publicado tres artículos sobre Ron Arad, la moda Napoleón III y Elio Berhanyer, en el número 25 de ARTNOTES. Román
viernes, 27 de marzo de 2009
jueves, 26 de marzo de 2009
les parents terribles
Os pais terribles
Unha pléiade de manifestacións culturais actuais toman inspiración no universo da infancia. Expresións artísticas como o manga, os graffitis, os comics, ocupan arestora unha grande parcela no calendario expositivo. O xeito en que os adultos toman prestadas da infancia as súas estéticas doces e delicadas, pasa por converter ás ledas criaturas dos contos para nenos en sensuais ou perversos personaxes pertencentes ós soños idealizados dos maiores. Son os pais terribles que rouban os sortilexios ós nenos.
Dende Xapón chegou a todo o planeta a estética manga e ánime. Un dos máis importantes artistas dentro desa escola, Takashi Murakami é suxeito esta temporada no museo Guggenheim Bilbao dunha grande exposición.
Trátase dunha gran mostra na que varias salas do edificio de Gehry, aparecen cubertas de papeis pintados reproducindo ós personaxes do universo Murakami. Sobre eses muros colgan obras pictóricas do artista nas que combina a arte pop, co surrealismo e o ánime. A partir da técnica tradicional de pintura xaponesa chamada nihonga, na que se empregan pulidas superficies planas cubertas con motivos florais ou paisaxes realizados con numerosas pátinas e veladuras, inventou Murakami o que deu en chamar a pintura superflat.
Superflat é unha forma de facer arte bidimensional na que se mestura a alta coa baixa cultura e que se plasma non solo en pintura, se non tamén en inchables, esculturas, instalacións, edicións e obxectos de uso cotián.
O primeiro dos personaxes neste universo de debuxo animado e fantasías pop, chámase Mr.Dob. É o alter ego do artista que leva na cara múltiples ollos e un sorriso que pode ser pérfido ou doce. Tanto mostra os seus dentes afiados, en inchables e cadros, como pon cara de bo noutras instalacións.
Kaikai Kiki, son outros dous personaxes que encarnan ós gardiáns espirituais do artista e serven ademais para dar nome ó taller-equipo de Murakami.
Sen dúbida algunhas das pezas máis espectaculares e representativas desa traslación de personaxes do mundo dos debuxos animados ó da arte contemporánea son as esculturas policromadas en resinas.
Unha camareira de formas sinuosas e cara infantil chamada Miss Ko, aparece en varias pezas. Representada como mutante logo dun accidente de tráfico ou ataviada coa súa saia mini é unha fantasía tórrida de ciencia ficción. Xunta ela está o neno androide Inochi, un escuálido rapaz vestido cun traxe adecuado para viaxar en moto de auga.
Hai tamén esculturas de flores, gardiáns protectores con testa de cebola, figuriñas sorrindo, cadros abstractos e ídolos de prata. Todos eles son os persoeiros principais do gran teatro do mundo pop e manga que Murakami reinventa dende a iconografía infantil.
A estética deste creador chega tamén ás múltiples colaboracións que leva realizado ó longo da súa prolífica carreira. Ten colaborado co músico Kanye West nos seus vídeos e na súa páxina web, e asemade ten traballado con grande éxito coa casa francesa Louis Vuitton. Dende o ano 2002 Murakami deseña alegres complementos, bolsos e accesorios para a centenaria maison. A tradicional combinación de cores marrón e veige do estampado Monogram da casa tense enchido de cor, cereixas, cariñas sorrindo ou personaxes divertidos logo do traballo deste artista coa casa de moda. Deste xeito os “it bag” ou bolsos máis buscados da temporada adaptan a estética dos xoguetes de maquillaxe das nenas. Esta colaboración é un exemplo excelente do préstamo das formas infantís ó mundo dos maiores, e ademais é un expoñente da fusión entre alta e baixa cultura, non soamente polo ideario de Murakami, se non tamén polo produto resultante. Os bolsos de Vuitton, son una peza case que indeleble do deseño industrial que ó ser intervida por un artista devén nun obxecto singular de reprodución industrial.
Todo o conxunto combinado da exposición dedicada a Murakami, coa edición dos produtos do artista e os bolsos de Vuitton, produce un efecto de obra de arte total.
Estes novos “Parents terribles” inspirados polos nenos quedan lonxe daqueles outros creados por Jean Cocteau. Estes recrean soños, aqueles revivían complexos burgueses endémicos. O espírito dos tempos.
Nenos e sortilexios
Antes de que as rúas estiveran invadidas por graffiti so se coñecía como arte de xesto involuntario o chamado “art brut”. Ese movemento que ten antecedente na espontaneidade de Picasso, atopou en Jean Dubuffet a un dos seus máis senlleiros representantes. Esa liberdade na caligrafía e nas cores, característica dos artistas máis instintivos do século XX tomou un camiño que a vinculaba ós bens de consumo coa arte pop. Andy Warhol, cos seus debuxos de zapatiños e anxos, foi un destacado menciñeiro de cultura das rúas coa espontaneidade infantil.
Na década dos oitenta o punk, deixou estilos espontáneos e axitados como o de Stephen Sprouse. O universo de letras blancas ou bermellas con aires graffiteros do artista, emprégase arestora por Vuitton para crear bolsos de autor.
Dende Xapón, a relación co movemento pop trúfase cos fenómenos dos debuxos animados manga. Aparte das iconas de Murakami, son célebres as monecas enfadadas de Yoshitomo Nara, as naves espaciais de Mariko Mori, ou as flores ingrávidas de Chiho Ahoshima.
Na escena madrileña ten tido moito suceso recentemente a exposición de Aitor Saraiba na galería La Fresh. Este artista fai debuxos poema de pequenos personaxes con un estilo tan sinxelo que resulta conmovedor. Tamén os galegos Pablo Pérez Sanmartín e Vicente Blanco, afrontan cada un dende un perspectiva diferente a bondade da eterna adolescencia. O primeiro xoga cos discursos da cultura de consumo, e o segundo fai variacións sobre o cine ou a arquitectura.
Antonio Ballester Moreno, coa súa pintura de formas didácticas cita os debuxos animados centroeuropeos dos anos sesenta. O artista Carles Congost, ten traballado tamén arreo sobre a estética adolescente e o artista Martín Sastre, ten fascinación por entre outros personaxes a moneca Kitty. Os sortilexios da eterna adolescencia.
Román Padín Otero
Unha pléiade de manifestacións culturais actuais toman inspiración no universo da infancia. Expresións artísticas como o manga, os graffitis, os comics, ocupan arestora unha grande parcela no calendario expositivo. O xeito en que os adultos toman prestadas da infancia as súas estéticas doces e delicadas, pasa por converter ás ledas criaturas dos contos para nenos en sensuais ou perversos personaxes pertencentes ós soños idealizados dos maiores. Son os pais terribles que rouban os sortilexios ós nenos.
Dende Xapón chegou a todo o planeta a estética manga e ánime. Un dos máis importantes artistas dentro desa escola, Takashi Murakami é suxeito esta temporada no museo Guggenheim Bilbao dunha grande exposición.
Trátase dunha gran mostra na que varias salas do edificio de Gehry, aparecen cubertas de papeis pintados reproducindo ós personaxes do universo Murakami. Sobre eses muros colgan obras pictóricas do artista nas que combina a arte pop, co surrealismo e o ánime. A partir da técnica tradicional de pintura xaponesa chamada nihonga, na que se empregan pulidas superficies planas cubertas con motivos florais ou paisaxes realizados con numerosas pátinas e veladuras, inventou Murakami o que deu en chamar a pintura superflat.
Superflat é unha forma de facer arte bidimensional na que se mestura a alta coa baixa cultura e que se plasma non solo en pintura, se non tamén en inchables, esculturas, instalacións, edicións e obxectos de uso cotián.
O primeiro dos personaxes neste universo de debuxo animado e fantasías pop, chámase Mr.Dob. É o alter ego do artista que leva na cara múltiples ollos e un sorriso que pode ser pérfido ou doce. Tanto mostra os seus dentes afiados, en inchables e cadros, como pon cara de bo noutras instalacións.
Kaikai Kiki, son outros dous personaxes que encarnan ós gardiáns espirituais do artista e serven ademais para dar nome ó taller-equipo de Murakami.
Sen dúbida algunhas das pezas máis espectaculares e representativas desa traslación de personaxes do mundo dos debuxos animados ó da arte contemporánea son as esculturas policromadas en resinas.
Unha camareira de formas sinuosas e cara infantil chamada Miss Ko, aparece en varias pezas. Representada como mutante logo dun accidente de tráfico ou ataviada coa súa saia mini é unha fantasía tórrida de ciencia ficción. Xunta ela está o neno androide Inochi, un escuálido rapaz vestido cun traxe adecuado para viaxar en moto de auga.
Hai tamén esculturas de flores, gardiáns protectores con testa de cebola, figuriñas sorrindo, cadros abstractos e ídolos de prata. Todos eles son os persoeiros principais do gran teatro do mundo pop e manga que Murakami reinventa dende a iconografía infantil.
A estética deste creador chega tamén ás múltiples colaboracións que leva realizado ó longo da súa prolífica carreira. Ten colaborado co músico Kanye West nos seus vídeos e na súa páxina web, e asemade ten traballado con grande éxito coa casa francesa Louis Vuitton. Dende o ano 2002 Murakami deseña alegres complementos, bolsos e accesorios para a centenaria maison. A tradicional combinación de cores marrón e veige do estampado Monogram da casa tense enchido de cor, cereixas, cariñas sorrindo ou personaxes divertidos logo do traballo deste artista coa casa de moda. Deste xeito os “it bag” ou bolsos máis buscados da temporada adaptan a estética dos xoguetes de maquillaxe das nenas. Esta colaboración é un exemplo excelente do préstamo das formas infantís ó mundo dos maiores, e ademais é un expoñente da fusión entre alta e baixa cultura, non soamente polo ideario de Murakami, se non tamén polo produto resultante. Os bolsos de Vuitton, son una peza case que indeleble do deseño industrial que ó ser intervida por un artista devén nun obxecto singular de reprodución industrial.
Todo o conxunto combinado da exposición dedicada a Murakami, coa edición dos produtos do artista e os bolsos de Vuitton, produce un efecto de obra de arte total.
Estes novos “Parents terribles” inspirados polos nenos quedan lonxe daqueles outros creados por Jean Cocteau. Estes recrean soños, aqueles revivían complexos burgueses endémicos. O espírito dos tempos.
Nenos e sortilexios
Antes de que as rúas estiveran invadidas por graffiti so se coñecía como arte de xesto involuntario o chamado “art brut”. Ese movemento que ten antecedente na espontaneidade de Picasso, atopou en Jean Dubuffet a un dos seus máis senlleiros representantes. Esa liberdade na caligrafía e nas cores, característica dos artistas máis instintivos do século XX tomou un camiño que a vinculaba ós bens de consumo coa arte pop. Andy Warhol, cos seus debuxos de zapatiños e anxos, foi un destacado menciñeiro de cultura das rúas coa espontaneidade infantil.
Na década dos oitenta o punk, deixou estilos espontáneos e axitados como o de Stephen Sprouse. O universo de letras blancas ou bermellas con aires graffiteros do artista, emprégase arestora por Vuitton para crear bolsos de autor.
Dende Xapón, a relación co movemento pop trúfase cos fenómenos dos debuxos animados manga. Aparte das iconas de Murakami, son célebres as monecas enfadadas de Yoshitomo Nara, as naves espaciais de Mariko Mori, ou as flores ingrávidas de Chiho Ahoshima.
Na escena madrileña ten tido moito suceso recentemente a exposición de Aitor Saraiba na galería La Fresh. Este artista fai debuxos poema de pequenos personaxes con un estilo tan sinxelo que resulta conmovedor. Tamén os galegos Pablo Pérez Sanmartín e Vicente Blanco, afrontan cada un dende un perspectiva diferente a bondade da eterna adolescencia. O primeiro xoga cos discursos da cultura de consumo, e o segundo fai variacións sobre o cine ou a arquitectura.
Antonio Ballester Moreno, coa súa pintura de formas didácticas cita os debuxos animados centroeuropeos dos anos sesenta. O artista Carles Congost, ten traballado tamén arreo sobre a estética adolescente e o artista Martín Sastre, ten fascinación por entre outros personaxes a moneca Kitty. Os sortilexios da eterna adolescencia.
Román Padín Otero
He publicado el 26 de marzo en Faro de Vigo, Faro da Cultura este artículo sobre las influencias de la estética infantil en el arte contemporáneo. El título es una cita a la obra de tetro homónima de Jean Cocteau. En la obra los padres terribles tenían complejos burgueses, hoy los padres terribles roban los sortilegios a los niños. Román
miércoles, 25 de marzo de 2009
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